legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Le sonrío a Kelly, indudablemente impresionada por la llamada, y le explico lo más discretamente posible que, en este mismo<br />
momento, estoy hablando con un cliente potencial. Bruiser se troncha de risa y le pasa el teléfono a Prince, que está todavía<br />
más borracho. Me cuenta un chiste de abogados que no tiene ninguna gracia relacionado con la persecución de ambulancias. A<br />
continuación me suelta un discurso autopanegírico por haberme colocado con Bruiser, que me enseñará más sobre leyes que<br />
cincuenta catedráticos. Esto dura bastante y al poco rato aparece el acompañante voluntario de Kelly para conducirla a su<br />
habitación.<br />
Doy unos pasos en dirección a la mesa, cubro el auricular con la mano y digo:<br />
–Me siento feliz de haberte conocido.<br />
–Gracias por la bebida y la conversación –sonríe.<br />
–¿Mañana por la noche? –pregunto sin que Prince deje de chillarme al oído.<br />
–Tal vez –responde al tiempo que me guiña intencionadamente un ojo.<br />
Me tiemblan las rodillas.<br />
Es evidente que su acompañante de chaqueta rosa ha circulado por este lugar el tiempo suficiente para reconocer a un<br />
impertinente. Me mira con ceño y se la lleva rápidamente. Volverá.<br />
Pulso un botón del teléfono y dejo a Prince con la palabra en la boca. Si lo recuerdan más adelante, lo cual me parece<br />
sumamente dudoso, le echaré la culpa a Sony.<br />
DIECIOCHO<br />
A Deck le encantan los retos, especialmente cuando incluyen la acumulación de basura mediante discretas conversaciones<br />
telefónicas con chivatos anónimos. Le facilito los datos básicos, relacionados con Kelly y Cliff Riker, y en menos de una hora<br />
entra orgulloso en mi despacho con una radiante sonrisa.<br />
–Kelly Riker ingresó en Saint Peter hace tres días, a medianoche para ser exactos, con lesiones múltiples –lee en sus notas– La<br />
policía había acudido a su casa respondiendo a una llamada anónima, donde tenía lugar una pelea doméstica bastante violenta.<br />
La encontraron en el sofá de la sala de estar, gravemente apaleada. Cliff Riker estaba evidentemente intoxicado, muy agitado, e<br />
inicialmente quiso dispensarles a los agentes la misma medicina que le había administrado a su esposa. Tenía un bate de<br />
aluminio en las manos, evidentemente su arma predilecta. No tardaron en someterlo, detenerl6, acusarlo de agresión física y<br />
llevárselo. Ella fue trasladada en una ambulancia al hospital. Hizo una breve declaración ante la policía, según la cual, su<br />
marido había regresado a casa borracho después de un partido de béisbol, estalló una discusión estúpida, se pelearon y él ganó.<br />
Dijo que le había golpeado dos veces con el bate en el tobillo y le había dado dos puñetazos en la cara.<br />
Anoche no pude conciliar el sueño pensando en Kellv Riker, en sus ojos castaños y piernas morenas, y la idea de que haya sido<br />
víctima de tal agresión me produce náuseas. Deck observa mi reacción, de modo que mi rostro permanece impasible.<br />
–Lleva las muñecas vendadas –digo y Deck gira con orgullo la página.<br />
Tiene otro informe de otra fuente, obtenido de la brigada de rescate del departamento de Bomberos de Memphis.<br />
–Lo de las muñecas no está muy bien documentado. En algún momento de la pelea le sujetó las muñecas contra el suelo e<br />
intentó hacer el amor con ella. Su estado no era el que suponía, probablemente demasiada cerveza. Ella estaba desnuda cuando<br />
la encontró la policía, envuelta en una manta. No podía escapar, debido a su tobillo fracturado.<br />
–¿Qué ocurrió con él?<br />
–Pasó la noche en el calabozo. Su familia pagó la fianza. Debe presentarse ante el juez dentro de una semana, pero no ocurrirá<br />
nada.<br />
–Por qué no?<br />
–Lo más probable es que ella retire la denuncia, se besen y hagan las paces. Luego aguantará hasta que se repita.<br />
–¿Cómo lo sabes?<br />
–Porque no es la primera vez. Hace ocho meses, la policía recibió la misma llamada, la misma pelea, todo idéntico, a excepción<br />
de que ella tuvo más suerte. Sólo unas contusiones. Evidentemente, el bate no estaba a mano. Los policías los separaron, les<br />
dieron unos consejos, después de todo no son más que chiquillos recién casados, se besaron e hicieron las paces. Hace tres<br />
meses intervino el bate en la pelea y ella pasó una semana en Saint Peter con costillas fracturadas. Se transfirió el caso a la<br />
sección de abusos familiares de la policía de Memphis, e hicieron todo lo posible para infringir un severo castigo. Pero ella le<br />
quiere y se niega a declarar contra él. Se retira la denuncia. Ocurre permanentemente.<br />
Tardo unos momentos en asimilarlo. Sospechaba de algún conflicto familiar, pero no tan horrible. ¿Cómo puede un hombre<br />
apalear a su esposa con un bate de aluminio? ¿Cómo puede Cliff Riker golpear con sus puños un rostro tan hermoso?<br />
–Ocurre constantemente –repite Deck, leyendo a la perfección mi pensamiento.<br />
–¿Algo más?<br />
–No. Sólo que no te acerques demasiado.<br />
–Gracias –respondo, débil y mareado– Gracias.<br />
–No hay de qué –dice después de levantarse.<br />
No es sorprendente que Booker haya estudiado para el examen mucho más que yo. Y, como de costumbre, está preocupado por<br />
mí. Ha programado una sesión de repaso maratoniana para esta tarde en una sala de conferencias del bufete Shankle.<br />
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