legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
A las nueve en punto estoy en la secretaría del juzgado del circuito examinando el sumario de Black contra Great Benefit.<br />
Antes de su inoportuna muerte, el juez Hale no firmó ninguna orden de sobreseimiento de nuestro caso. Seguimos en el juego.<br />
Hay una corona funeraria en la puerta de su sala. Es muy conmovedor.<br />
Llamo a Tinley Britt desde una cabina, pregunto por Leo F. Drummond y me sorprende oír su voz a los pocos minutos. Le doy<br />
mi pésame por el fallecimiento de su amigo y le comunico que mis clientes no aceptan la oferta. Parece sorprendido, pero no<br />
dice gran cosa. Pobre hombre, en estos momentos tiene mucho en que pensar.<br />
–Creo que es un error, Rudy –responde pacientemente como si estuviera de mi lado.<br />
–Puede ser, pero no he sido yo quien ha tomado la decisión, sino mis clientes.<br />
–En tal caso, será la guerra –dice con una voz monótona, sin ofrecer más dinero.<br />
Booker y yo hemos hablado dos veces desde que recibimos los resultados del examen. Como era de suponer, le quita<br />
importancia calificándolo de tropiezo temporal e insignificante. Y como también era de esperar, se alegra sinceramente de que<br />
yo haya aprobado.<br />
Está ya sentado al fondo de un pequeño restaurante cuando llego y nos saludamos como si no nos hubiéramos visto desde hacía<br />
meses. Pedimos té y sopa de abelmosco sin consultar la carta. Sus hijos están bien. Charlene maravillosa.<br />
Está contento ante la perspectiva de que tal vez todavía apruebe el examen de colegiatura. No sabía lo justo que había sido,<br />
pero a su nota global sólo le faltaba un punto para aprobar. Ha presentado un recurso de apelación y el tribunal revisa su<br />
examen.<br />
Fue un duro golpe para Marvin Shankle que suspendiera. Si no lo aprueba en la próxima convocatoria, el bufete tendrá que<br />
reemplazarlo. Booker no puede ocultar su nerviosismo cuando habla de Shankle.<br />
–¿Cómo está Tyrone Kipler? –pregunto.<br />
Booker considera que el nombramiento es cosa hecha. Y¡pler ha hablado con el gobernador esta mañana y todo encaja<br />
perfectamente. El único problema podría ser económico. Como socio del bufete Shankle, gana entre ciento veinticinco y ciento<br />
cincuenta anuales. El salario de un juez son sólo noventa mil. Kipler tiene esposa e hijos, pero Marvin Shankle quiere que<br />
acepte el nombramiento.<br />
Booker recuerda el caso de los Black. En realidad, recuerda a Dot y a Buddy de nuestro primer encuentro en la residencia del<br />
Parque de los Cipreses para ciudadanos de la tercera edad. Le cuento los últimos detalles del caso. Suelta una sonora carcajada<br />
cuando le cuento que el sumario está ahora en la sección ocho del juzgado del circuito, a la espera de que un nuevo juez se<br />
responsabilice del mismo. Le relato también mi experiencia en el despacho del difunto juez Hale, hace sólo tres días, y la forma<br />
en que los antiguos compañeros de Yale, Drummond y Hale, me acechaban alternativamente. Booker me escucha atentamente<br />
cuando le hablo de Donny Ray, de su hermano gemelo, y del trasplante que no tuvo lugar por culpa de Great Benefit.<br />
–No te preocupes –sonríe en varias ocasiones– Si Tyrone ocupa el cargo, lo sabrá todo acerca del caso Black.<br />
–¿Hablarás con él?<br />
–¿Que si hablaré con él? Le soltaré un discurso. No puede soportar a Trent & Brent y detesta las compañías de seguros, las<br />
acusa constantemente ante los tribunales. ¿Quién crees que son sus presas? ¿Los blancos de clase media?<br />
–Todo el mundo.<br />
–Tienes razón. Tendré mucho gusto en hablar con Tyrone. Y me escuchará.<br />
Llega la sopa de abelmosco y le agregamos tabasco, Booker más que yo. Le hablo de mi nuevo despacho, pero no de mi nuevo<br />
socio. Me formula un sinfín de preguntas sobre mi anterior bufete. Todo el mundo en la ciudad habla de Bruiser y Prince.<br />
Le cuento todo lo que sé, con algunos embellecimientos.<br />
VEINTISÉIS<br />
En esta época de juzgados saturados y jueces con exceso de trabajo, el difunto Harvey Hale dejó los casos pendientes muy bien<br />
organizados y sin demoras. Ello se debe a ciertas buenas razones. En primer lugar, era perezoso y prefería jugar al golf. En<br />
segundo lugar, sobreseía con mucha facilidad los casos que agraviaban su sentimiento de protección de las compañías de<br />
seguros y grandes empresas. Por ello, la mayoría de los abogados de los demandantes lo eludían.<br />
Hay formas de eludir a ciertos jueces, pequeños trucos utilizados por los abogados veteranos que mantienen buenas relaciones<br />
con el personal administrativo de los juzgados. Nunca comprenderé por qué Bruiser, con veinte años de experiencia como<br />
abogado, me permitió que presentara el caso Black sin tomar medidas para eludir a Harvey Hale. Ése es otro de los asuntos que<br />
quiero discutir con él, si algún día regresa.<br />
Pero Hale ha desaparecido y la vida es nuevamente ecuánime. Tyrone Kipler heredará pronto una lista de casos pendientes, que<br />
clama acción.<br />
En respuesta a años de crítica tanto por par–te de legos como de abogados, hace poco se reformaron las normas de<br />
procedimiento con el propósito de acelerar los procesos judiciales. Se han establecido límites de tiempo obligatorios para todos<br />
los trámites preliminares. Se ha concedido a los jueces más autoridad para condensar la litigación y se les estimula a que<br />
participen más activamente en las negociaciones. Han entrado en vigor numerosos decretos y normativas, destinados a<br />
simplificar el sistema jurídico civil.<br />
Uno de los numerosos procedimientos de la nueva reglamentación es el denominado comúnmente de «vía rápida», destinado a<br />
acelerar el proceso de ciertos casos con relación a otros. El término «vía rápida» quedó incorporado inmediatamente a nuestra<br />
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