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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

CUARENTA Y CUATRO<br />

En otras circunstancias podría sentirme ridículo con una gorra azul y gris con un tigre, junto con mi traje, apoyado contra la<br />

pared de la terminal A del aeropuerto de Memphis. Pero hoy es un día que no ha tenido nada de normal. Es tarde y estoy<br />

cansado, aunque la adrenalina circula en abundancia por mi: organismo. Un mejor inicio del juicio sería inimaginable.<br />

El vuelo de Chicago llega a su debido tiempo y pronto se me reconoce por mi gorra. Una mujer tras unas enormes gafas de sol<br />

se me acerca, me mira de pies a cabeza y por fin dice:<br />

–¿Señor Baylor?<br />

–Soy yo.<br />

Estrecho la mano de Jackie Lemancyzk y la de su acompañante, un individuo que sólo se identifica como Carl. Lleva una bolsa<br />

en la mano y, aunque ambos parecen nerviosos, están listos para seguir adelante.<br />

Hablamos de camino al hotel Holiday Inn, en el centro de la ciudad, a seis manzanas del juzgado. Ella está sentada delante<br />

conmigo. Carl, en el asiento trasero, no dice palabra, pero la protege como un sabueso. Le relato los hechos más emocionantes<br />

del primer día. No, no saben que va a comparecer. Le tiemblan las manos. Es frágil y delicada, asustada de su propia sombra. A<br />

excepción de la venganza, no se me ocurre otra razón para explicar su presencia.<br />

La reserva del hotel está a mi nombre, tal como ella me lo ha pedido. Nos sentamos los tres alrededor de una mesilla de su<br />

habitación, en el decimoquinto piso, y examinamos mi interrogatorio directo. Las preguntas están ordenadas y<br />

mecanografiadas.<br />

Si ahí hay belleza, está bien escondida. Lleva el cabello cortado y precariamente teñido de un rojo oscuro. Su abogado me dijo<br />

que estaba bajo tratamiento y no pienso preguntarle nada al respecto. Sus ojos, desprovistos de maquillaje, están tristes e<br />

irritados. Tiene treinta y un años, dos hijos menores, un divorcio, y a juzgar por su aspecto y modales, es difícil imaginar que a<br />

lo largo de su carrera en Great Benefit ha ido saltando de cama en cama.<br />

La actitud de Carl es sumamente protectora. Le acaricia el brazo y de vez en cuando expresa su opinión, en respuesta a<br />

preguntas concretas. Ella quiere declarar cuanto antes por la mañana, regresar al aeropuerto y abandonar la ciudad.<br />

Los dejo a medianoche.<br />

A las nueve de la mañana del martes, el juez Kipler abre la sesión, pero ordena que el jurado permanezca unos momentos en su<br />

sala. Le pregunta a Drummond si se ha recibido la información sobre reclamaciones. Por cinco mil dólares diarios, casi<br />

preferiría que no hubiera llegado.<br />

–Se ha recibido hace aproximadamente una hora, su señoría –responde, evidentemente aliviado.<br />

Me entrega un nítido fajo de documentos de cinco centímetros de grosor, e incluso sonríe ligeramente cuando le entrega a<br />

Kipler el suyo.<br />

–Señor Baylor, necesitará un poco de tiempo –dice su señoría.<br />

–Concédame treinta minutos –respondo.<br />

–De acuerdo. Llamaremos al jurado a las nueve y media.<br />

Deck y yo nos refugiamos inmediatamente en un cuarto a lo largo del pasillo, destinado a abogados, y examinamos la<br />

información. A primera vista parece griego y casi imposible de descifrar. Lo lamentarán.<br />

A las nueve y media entra el jurado en la sala y el juez Kipler los recibe amablemente. Declaran que no ha habido ninguna<br />

novedad, enfermedad, ni contacto con nadie relacionado con el caso.<br />

El segundo día está a punto de comenzar:<br />

–Su testigo, señor Baylor –dice Kipler.<br />

–Desearíamos continuar con Everett Lufkin –respondo.<br />

Traen a Lufkin de la sala de los testigos y sube al estrado. Después de la farsa de la sección «u» del día anterior, nadie creerá<br />

una palabra de lo que declare. Estoy seguro de que Drummond se ha ensañado con él hasta medianoche. Tiene aspecto<br />

macilento. Le entrego la copia oficial de la información sobre reclamaciones y le pregunto si puede identificarla.<br />

–Es la copia informatizada de un resumen de varias reclamaciones.<br />

–¿Preparada por los ordenadores de Great Benefit?<br />

–Efectivamente.<br />

–¿Cuándo?<br />

–Ayer, tarde y noche.<br />

–¿Bajo su supervisión, como vicepresidente de reclamaciones?<br />

–Sí, en cierto modo.<br />

–Estupendo. Ahora, señor Lufkin, puede decirle por favor al jurado cuántas pólizas médicas existían en mil novecientos<br />

noventa y uno.<br />

Titubea y empieza a manosear los papeles. Esperamos mientras busca entre las páginas. El único ruido, durante la prolongada y<br />

angustiosa espera, es el de los papeles sobre las rodillas de Lufkin.<br />

La «saturación» de documentos es una táctica predilecta de las compañías de seguros y sus abogados. Les encanta esperar al<br />

último momento, preferiblemente el día anterior al juicio, y entregarle al abogado de la acusación cuatro cajas llenas de<br />

papeles. En mi caso se ha evitado gracias a Tyrone Kipler.<br />

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