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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–Hágame una pregunta sincera y recibirá una respuesta sincera –responde Porter enojado.<br />

A ese individuo le cuesta poco enfurecerse. Francamente, yo no me metería con él.<br />

Drummond titubea unos instantes, pero sigue adelante.<br />

–Muy bien, señor Porter, dígame, ¿mantuvo usted o no una conversación telefónica anoche con el señor Rudy Baylor?<br />

Me pongo de pie y miro a Drummond con los brazos abiertos, como si yo fuera completamente inocente y él se hubiera vuelto<br />

loco, pero no digo nada.<br />

–Claro que no –responde Porter con las mejillas todavía más rojas.<br />

Drummond se apoya con ambas manos a la baranda de caoba y mira fijamente a Billy Porter, en primera fila, a poco más de un<br />

metro de distancia.<br />

–¿Está usted seguro, señor Porter? –exclama.<br />

–¡Claro que lo estoy!<br />

–Creo que lo hizo –dice Drummond, que ha perdido ahora los estribos.<br />

Antes de darme tiempo a protestar o de que Kipler tenga oportunidad de llamarle la atención, el señor Billy Porter se separa de<br />

su asiento y se lanza contra el gran Leo F. Drummond.<br />

–¡No me llames embustero, hijo de puta! –exclama Porter, al tiempo que agarra a Drummond por el cuello.<br />

Drummond vuela por encima de la barra y sus mocasines salen despedidos por el aire. Las mujeres chillan. Los miembros del<br />

jurado saltan de sus asientos. Porter está sobre Drummond, que intenta luchar, patalear y dar algún puñetazo.<br />

T. Pierce Morehouse y M. Alec Plunk hijo abandonan sus asientos y se acercan a la pelea. Otros los siguen. No tarda en<br />

aparecer el alguacil. Dos hombres intentan separarlos.<br />

Yo permanezco en mi asiento disfrutando del espectáculo. Kipler llega junto a la barra en el momento en que sujetan a Porter,<br />

Drummond se levanta y logran separar a los contendientes. Uno de los mocasines de Leo aparece bajo la segunda fila y alguien<br />

va a devolvérselo mientras él se quita el polvo, sin dejar de mirar a Porter con recelo. Porter recupera inmediatamente la<br />

compostura.<br />

Los asesores para la elección del jurado están aturdidos. Sus modelos informáticos han sido un fracaso. Sus sofisticadas teorías<br />

desvanecidas. A estas alturas son perfectamente inútiles.<br />

Después de un breve receso, Drummond solicita que se exima a todos los miembros potenciales del jurado. Kipler se lo<br />

deniega.<br />

Se exime al señor Billy Porter, que se retira ofendido de la sala. Me parece que quería ensañarse un poco más con Drummond.<br />

Ojalá le espere a la salida para acabar con él.<br />

Pasamos las primeras horas de la tarde en el despacho del juez, con el tedioso proceso de elegir a los miembros del jurado.<br />

Drummond y sus secuaces excluyen a todas las personas cuyos nombres Deck y yo mencionamos anoche por teléfono. Están<br />

convencidos de que hemos influido en ellas y de algún modo las hemos persuadido para que no hablen. Tanto es su rencor que<br />

ni siquiera me miran.<br />

El resultado es el jurado de mis sueños. Seis mujeres negras, todas madres. Dos hombres negros, uno de ellos licenciado<br />

universitario y el otro ex conductor de camión lesionado. Tres hombres blancos, dos de los cuales son sindicalistas. El tercero<br />

vive a cuatro manzanas de los Black. Una mujer blanca, casada con un conocido agente inmobiliario. No he podido evitarla,<br />

pero no me preocupa. Sólo se necesitan nueve de los doce para promulgar un veredicto.<br />

Kipler los reúne a las cuatro de la tarde y se les toma juramento. Les explica que el juicio empezará dentro de una semana. No<br />

deben hablar del caso con nadie. A continuación hace algo que al principio me aterroriza, pero luego me parece una excelente<br />

idea. Nos pregunta a mí y a Drummond si queremos dirigirnos extraoficialmente al jurado. Limítense a esbozarles un poco el<br />

caso. Nada extraordinario.<br />

Yo, evidentemente, no me lo esperaba, primordialmente porque nunca había oído hablar de ello. No obstante, sacudo mis<br />

temores y me sitúo ante el palco del jurado. Les hablo un poco de Donny Ray, de la póliza y de las razones que nos inducen a<br />

creer que Great Benefit es culpable. En cinco minutos he terminado.<br />

Drummond se acerca al jurado y hasta un ciego se percataría de la desconfianza que ha provocado. Se disculpa por el incidente,<br />

pero se lo atribuye estúpidamente a Porter. Menudo egocentrista. Habla de su versión de los hechos, dice que lamenta la muerte<br />

de Donny Ray, pero sugerir que su cliente es responsable de la misma es absurdo.<br />

Observo a su equipo y a –los muchachos de Great Benefit, que están indudablemente asustados. Las circunstancias que los<br />

rodean son sumamente desfavorables. El jurado es partidario de la acusación. El juez es su enemigo. Y su estrella no sólo ha<br />

perdido toda credibilidad ante el jurado, sino que además ha recibido una paliza.<br />

Kipler levanta la sesión y el jurado se retira.<br />

CUARENTA Y TRES<br />

Seis días después de elegir el jurado y cuatro días antes del juicio, llama un abogado de Cleveland al bufete preguntando por mí<br />

y Deck contesta el teléfono. Siento un recelo inmediato porque no conozco a ningún abogado en Cleveland y hablo con él sólo<br />

el tiempo suficiente para averiguar su nombre. Lo consigo en unos diez segundos y luego corto la llamada y le dejo con la<br />

palabra en la boca, como si hubiera un fallo técnico en la línea. Últimamente esto ocurre con mucha frecuencia, digo en voz<br />

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