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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Great Benefit dispone de un capital social de cuatrocientos a quinientos millones de dólares, aproximadamente la mitad del<br />

cual está oculto en reservas y excedentes. Eso es lo que hay que explicarle al jurado.<br />

No me atrevo a sugerir lo inimaginable, trabajar el día de Navidad, pero Max está dispuesto a todo. Su esposa está en Nueva<br />

York, visitando a su familia. No tiene otra cosa que hacer y quiere realmente examinar los documentos de las dos cajas<br />

restantes. Estoy agotado, y por fin declara que hemos terminado, cuando ya ha oscurecido el veinticinco de diciembre. Me<br />

ayuda a guardar de nuevo los documentos en las cajas y a trasladarlas a mi coche. Está nevando de nuevo intensamente.<br />

Max y yo nos despedimos en la puerta de la facultad. No tengo palabras para darle las gracias. Me desea buena suerte y me<br />

obliga a prometerle que lo llamaré una vez por semana antes del juicio, y a diario durante el mismo. Repite que tal vez haga un<br />

viaje relámpago.<br />

Me despido con la mano desde la nieve.<br />

Tardo tres días dando vueltas hasta llegar a Spartanburg, en Carolina del Sur. El Volvo se porta de maravilla por carretera,<br />

especialmente en la nieve y el hielo del medio oeste septentrional. Llamo a Deck en una ocasión desde el teléfono de mi coche.<br />

Dice que el bufete está tranquilo y que nadie ha preguntado por mí.<br />

He pasado los últimos tres años y medio estudiando intensamente para obtener mi título de abogado, además de trabajar en<br />

Yogi's siempre que podía. No he disfrutado de mucho tiempo libre. Este viaje barato por diferentes lugares del país puede<br />

parecerle aburrido a la mayoría de la gente, pero para mí son unas vacaciones de lujo. Me aclara la mente y el alma, me permite<br />

pensar en otras cosas aparte de las leyes. Me libero de ciertos fantasmas, Sara Plankmore entre otros. Desaparecen viejos<br />

rencores. La vida es demasiado corta para odiar a personas que sencillamente no pueden evitar comportarse como lo hacen. Los<br />

graves pecados de Loyd Beck y Barry X. Lancaster son redimidos en algún lugar del oeste de Virginia. Prometo dejar de<br />

preocuparme por la señorita Birdie y su detestable familia. Pueden resolver sus propios problemas sin mi ayuda.<br />

A lo largo de los kilómetros no dejo de soñar en Kelly Riker, su perfecta dentadura, sus morenas piernas y su dulce voz.<br />

Cuando pienso en asuntos jurídicos, me concentro en el juicio que se avecina. Hay sólo un sumario en el bufete que podría<br />

acabar ante el juez, de modo que tengo únicamente un juicio en que pensar. Ensayo mi introducción ante el jurado. Interrogo a<br />

los maleantes de Great Benefit. Casi echo a llorar durante las conclusiones.<br />

Me miran algunos de los motoristas con los que me cruzo, pero qué diablos, nadie me conoce.<br />

He hablado con cuatro abogados que han demandado, o están demandando actualmente, a Great Benefit. Los tres primeros no<br />

me han sido de ninguna ayuda. El cuarto está en Spartanburg. Su nombre es Cooper Jackson y su caso tiene algo de extraño.<br />

No pudo contármelo por teléfono, el de mi casa, pero dijo que le encantaría recibirme en su despacho y mostrarme su ficha.<br />

Su bufete, situado en un moderno edificio de un banco en el centro de la ciudad, tiene seis abogados. Lo llamé ayer por el<br />

teléfono de mi coche desde algún lugar de Carolina del Norte y hoy está disponible. Dice que hay poca actividad durante las<br />

vacaciones de Navidad.<br />

Es un individuo corpulento, de pecho ancho y gruesas extremidades, con una barba oscura y ojos negros que brillan y danzan<br />

animadamente con cada expresión. Tiene cuarenta y seis años, y dice que se ha enriquecido trabajando a comisión. Se asegura<br />

de que la puerta de su despacho esté cerrada antes de proseguir.<br />

Se supone que no debería revelarme la mayor parte de lo que está a punto de contarme. Ha llegado a un acuerdo con Great<br />

Benefit, y él y sus clientes han firmado_ un pacto estrictamente confidencial, con severas sanciones en caso de que una u otra<br />

parte revelen las condiciones del acuerdo. No le gustan esos pactos, pero no son inusuales. Presentó la demanda hace un año,<br />

en representación de una señora con problemas sinusoidales que precisaba una intervención quirúrgica. Great Benefit denegó la<br />

reclamación, basándose en que dicha señora no había declarado en la solicitud que, cinco años antes de contratar la póliza, le<br />

habían extirpado un quiste de los ovarios. El quiste suponía una condición preexistente, según la carta de denegación. La<br />

reclamación ascendía a once mil dólares. Se intercambiaron otras cartas, seguidas de denegaciones adicionales, hasta que<br />

contrató a Cooper Jackson, que se desplazó cuatro veces a Cleveland, en su propio avión, para tomar ocho declaraciones.<br />

–El mayor puñado de cretinos y taimados cabrones con que me he encontrado en mi vida –dice refiriéndose al personal de<br />

Cleveland.<br />

A Jackson le encantan los juicios difíciles y va a por todas. Se preparó concienzudamente para el juicio y de pronto Great<br />

Benefit propuso con suma discreción un acuerdo.<br />

–Y ahora viene la parte confidencial –dice, evidentemente encantado de violar el acuerdo y contármelo todo, como<br />

seguramente lo ha hecho con un centenar de personas–. Nos pagaron los once mil y luego nos dieron otros doscientos mil, para<br />

que no volviéramos a importunarlos.<br />

Le brillan los ojos como si esperara mi respuesta. Es un acuerdo extraordinario, porque en realidad Great Benefit pagó un<br />

montón de dinero en daños y perjuicios. No me sorprende que quisieran ocultarlo.<br />

–Asombroso –exclamo.<br />

–Sí, lo es. Yo no quería aceptar el acuerdo, pero mi pobre cliente necesitaba el dinero. Estoy seguro de que podíamos haber<br />

obtenido un buen veredicto contra ellos.<br />

Me cuenta unas cuantas batallitas para convencerme de que ha ganado un montón de dinero y luego le sigo a una pequeña sala<br />

desprovista de ventanas, con estantes repletos de cajas idénticas de cartón. Señala tres de ellas y apoya su voluminoso cuerpo<br />

en la estantería.<br />

–Aquí está su estrategia –dice al tiempo que toca una de las cajas, como si contuviera grandes misterios–. Llega la reclamación<br />

y se asigna a un administrativo, un simple oficinista mal pagado. El personal de reclamaciones es el peor formado y menos<br />

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