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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–No estoy seguro.<br />

–Gracias. ¿Le ha contado ese desconocido que el señor Krokit abandonó la compañía dos días antes de la fecha prevista para<br />

declarar en este caso?<br />

–Me parece que no.<br />

–Usted no sabe por qué se marchó, ¿no es cierto?<br />

–No.<br />

–Estupendo. Me había dado la impresión de que intentaba comunicarle al jurado que había abandonado la compañía a causa de<br />

esta carta. No era eso lo que pretendía, ¿verdad?<br />

–No.<br />

–Gracias.<br />

Anoche, mientras degustábamos el vino, decidimos que sería un error atacar a Reisky con los manuales. Lo hicimos por varias<br />

razones. En primer lugar, las pruebas ya han sido presentadas al jurado. En segundo lugar, la presentación inicial fue muy<br />

dramática y eficaz, al sorprender a Lufkin mintiendo. En tercer lugar, Reisky es ágil con el lenguaje y sería difícil acorralarlo.<br />

En cuarto lugar, ha tenido tiempo para prepararse para el ataque y sabrá defenderse. En quinto lugar, aprovechará la<br />

oportunidad para confundir aún más al jurado. Y, lo más importante, ocuparía demasiado tiempo. Se podría perder todo el día<br />

discutiendo con Reisky sobre manuales y estadísticas. Sería un día perdido que no conduciría a nada.<br />

–¿Quién paga su salario, señor Reisky?<br />

–Mi empresa. La National Insurance Alliance.<br />

–¿Quién financia la NIA?<br />

–El sector de los seguros.<br />

–¿Contribuye Great Benefit a la NIA?<br />

–Sí.<br />

–¿Con cuánto capital contribuye?<br />

Mira a Drummond, que ya se ha puesto de pie.<br />

–Protesto, su señoría, no guarda relación con el caso.<br />

–No se admite la protesta. Me parece bastante pertinente.<br />

–¿Cuánto, señor Reisky? –repito amablemente. Evidentemente no le apetece contestar y se finge escrupuloso.<br />

–Diez mil dólares anuales –responde.<br />

–¿De modo que le pagan más a usted que a Donny Ray Black?<br />

–Protesto.<br />

–Se admite la protesta.<br />

–Lo siento, su señoría. Retiro el comentario.<br />

–Con la venia de su señoría, ordene que lo borren del acta –exclama Drummond enojado. –Así se ordena.<br />

–Lo siento, señor Reisky –digo con toda mi modestia y aspecto arrepentido después de una pausa para que se tranquilizaran los<br />

ánimos–. ¿Proceden todos sus ingresos de las compañías de seguros?<br />

–No tenemos otra fuente de ingresos.<br />

–¿Cuántas compañías contribuyen a la NIA?<br />

–Doscientas veinte.<br />

–¿Y cuál fue la suma total aportada el año pasado?<br />

–Seis millones de dólares.<br />

–¿Y utilizan ese dinero para ganar influencias?<br />

–Sí, en parte.<br />

–¿Cobra algo más por declarar en este juicio?<br />

–No.<br />

–¿Por qué ha venido?<br />

–Porque Great Benefit se ha puesto en contacto conmigo. Me han pedido que declarara.<br />

Vuelvo la cabeza muy lentamente y señalo a Dot Black.<br />

–Señor Reisky, ¿es usted capaz de mirar fijamente a los ojos de la señora Black y decirle que la reclamación de su hijo fue<br />

tramitada justa y debidamente por Great Benefit?<br />

Tarda un par de segundos en enfocar la cara de Dot, pero no tiene alternativa.<br />

–Sí –asiente por fin–. Sin duda lo fue.<br />

Evidentemente lo había planeado. Quería dar por terminado el testimonio de Reisky con un toque dramático, pero no espera el<br />

giro humorístico. La señora Beverdee Hardaway, una robusta negra de cincuenta y un años, que es el miembro número tres del<br />

jurado y está sentada en medio de la primera fila, no puede evitar reírse ante la absurda respuesta de Reisky. Es un estallido<br />

inesperado de risa, evidentemente espontáneo, que intenta sofocar inmediatamente. Se lleva ambas manos a la boca. Aprieta<br />

los dientes y las mandíbulas, y mira desconcertada a su alrededor, pero todavía se le convulsiona ligeramente el cuerpo.<br />

Lamentablemente para la señora Hardaway y por suerte para nosotros, la risa es contagiosa. Al señor Ranson Pelk, sentado a su<br />

espalda, algo le hace gracia. Otro tanto le ocurre a la señora Ella Faye Salter, sentada junto a la señora Hardaway. A los pocos<br />

segundos, la risa se generaliza en el palco del jurado. Algunos miran a la señora Hardaway como si fuera la causante de la<br />

travesura. Otros miran directamente a Reisky y mueven la cabeza con asombro.<br />

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