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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Saco el contrato de la carpeta y se lo entrego a Dot.<br />

–Antes de demandarlos hay que firmar esto. Es un contrato entre ustedes, los clientes, y mi bufete. Un contrato de<br />

representación legal.<br />

Son sólo dos páginas.<br />

–¿Qué contiene? –pregunta Dot con cierta desconfianza.<br />

–Bueno, lo habitual. El texto es muy comprensible. Ustedes nos contratan como abogados, nosotros nos ocupamos del caso,<br />

saldamos todos los gastos y nos quedamos con un tercio de lo que se recupere.<br />

–¿Entonces para qué se necesitan dos páginas de letra menuda? –pregunta al tiempo que coge un cigarrillo de una cajetilla que<br />

está sobre la mesa.<br />

–¡No lo enciendas! –exclama Donny por encima del hombro, después se gira para mirarme– No me sorprende que esté<br />

muriéndome.<br />

Se coloca el cigarrillo entre los labios sin titubear, pero no lo enciende, y sigue examinando el documento.<br />

–¿Y los tres debemos firmarlo?<br />

–Efectivamente.<br />

–Pues ha dicho que no pensaba entrar en la casa –declara Dot.<br />

–Entonces llévaselo al coche –replica Donny Ray enojado– Llévale el documento y una pluma, y oblígale a firmar este maldito<br />

contrato.<br />

–No se me había ocurrido –dice Dot.<br />

–Lo hemos hecho otras veces –comenta Donny Ray antes de agachar la cabeza y rascarse el cráneo.<br />

La exclamación le ha dejado sin aliento.<br />

–Supongo que podría hacerlo –agrega Dot, todavía indecisa.<br />

–¡Hazlo, maldita sea! –exclama Donny Ray.<br />

Dot hurga en un cajón, hasta encontrar una pluma. Donny Ray levanta la cabeza y la apoya sobre sus manos. Sus muñecas son<br />

tan delgadas como el palo de una escoba.<br />

–Volveré en seguida –dice Dot, como si fuera a hacer un recado a la vuelta de la esquina y estuviera preocupada por su hijo.<br />

Cruza lentamente el jardín para dirigirse a la zona de hierbajos. Uno de los gatos del capó ve que se aproxima y se esconde<br />

debajo del coche.<br />

–Hace unos meses... –empieza a decir Donny Ray con la respiración entrecortada y bamboleando ligeramente la cabeza– Hace<br />

unos meses –repite después de hacer una prolongada pausa–, necesitábamos que un notario certificara su firma y tampoco<br />

quiso moverse. Mi madre localizó a una notaria que acudía a domicilio por veinte dólares, pero cuando llegó, mi padre se negó<br />

a salir del coche. Entonces mi madre y la notaría se le acercaron entre los hierbajos. ¿Ves ese gran gato color naranja sobre el<br />

coche?<br />

–Sí.<br />

–Es una gata a la que llamamos Garras. Es una especie de gato de vigilancia. El caso es que cuando la notaria introdujo las<br />

manos en el coche para recuperar los documentos de Buddy, que por supuesto estaba como una cuba y apenas consciente,<br />

Garras saltó del techo del vehículo y la atacó. Nos costó sesenta dólares de asistencia médica y unas nuevas medias. ¿Habías<br />

visto alguna vez a alguien con leucemia aguda?<br />

–No. Nunca hasta ahora.<br />

–Ahora peso cincuenta kilos. Hace once meses pesaba setenta y dos. La leucemia fue detectada a tiempo para ser tratada.<br />

Tengo la suerte de tener un hermano gemelo idéntico, con una médula ósea exactamente igual a la mía. Un trasplante me habría<br />

salvado la vida, pero no podíamos permitírnoslo. Estábamos asegurados, pero ya conoces el resto. Supongo que estás al<br />

corriente de todo, ¿no es cierto?<br />

–Sí. Estoy muy familiarizado con tu caso, Donny Ray.<br />

–Me alegro –responde aliviado.<br />

Vemos cómo Dot ahuyenta a los gatos. Garras se finge dormida sobre el techo del vehículo. No quiere saber nada de Dot<br />

Black. Las puertas del coche están abiertas y Dot introduce el contrato. Oímos su penetrante voz.<br />

–Ya sé que crees que están locos –dice Donny Ray, como si me leyera el pensamiento– Pero son buenas personas que han<br />

tenido algunos tropiezos en la vida. Ten paciencia con ellos.<br />

–Son agradables.<br />

–Estoy aniquilado en un ochenta por ciento. Si hubiera recibido un trasplante, maldita sea, aunque fuera hace sólo seis meses,<br />

habría tenido el noventa por ciento de probabilidades de curarme. Es curioso cómo los médicos utilizan cifras para<br />

comunicarnos si vamos a vivir o a morir. Ahora es demasiado tarde.<br />

De pronto se queda sin aliento, cierra los puños y se estremece de pies a cabeza. Su rostro adquiere un tono ligeramente rosado<br />

conforme jadea y, durante unos instantes, me parece que debo ayudarlo. Se golpea el pecho con ambos puños y temo que su<br />

cuerpo entero se desmorone.<br />

Por fin recupera el aliento y aspira rápidamente por la nariz. Es en este preciso momento cuando empiezo a odiar a Great<br />

Benefit Life Insurance Company.<br />

Ya no me avergüenzo de mirarlo. Es mi cliente y cuenta conmigo. Estoy a su entera disposición, a pesar de sus deficiencias.<br />

Su respiración ha recuperado la normalidad, en la medida de lo posible, y sus ojos –están rojos y húmedos. No sé si está<br />

llorando o simplemente recuperándose del ataque.<br />

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