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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

A las tres de la madrugada bajo sigilosamente a la hamaca para mecerme sin pensar en nada en la tranquilidad de la noche,<br />

contemplar el parpadeo de las estrellas a través de las ramas de los árboles, y recordar con deleite cada uno de sus<br />

movimientos, oigo su voz torturada y admiro sus piernas en mis sueños.<br />

Me ha tocado protegerla, no tiene quien lo haga. Espera que la rescate y la ayude a recomponerse. Es evidente para ambos lo<br />

que ocurrirá entonces.<br />

Siento cómo me agarra el cuello y se aprieta contra mí durante unos segundos maravillosos. Siento el peso de su liviano cuerpo<br />

que descansa con naturalidad en mis brazos.<br />

Desea que la vea y frote su piel con la esponja caliente. Sé que lo desea. Y esta noche me propongo hacerlo.<br />

Veo salir el sol entre los árboles y me quedo dormido contando las horas hasta volver a verla.<br />

DIECINUEVE<br />

Estoy en mi despacho estudiando para el examen porque no tengo otra cosa que hacer. Y no puedo hacer nada porque todavía<br />

no soy abogado, ni lo seré hasta que apruebe el examen de colegiatura.<br />

Me resulta difícil concentrarme. ¿Por qué estaré enamorándome de una mujer casada pocos días antes de mi examen? Mi<br />

mente debería estar lo más clara posible, libre de embarazos y distracciones, perfectamente sintonizada y canalizada a un solo<br />

propósito.<br />

Ella es una perdedora, estoy convencido de ello. Es una chica destrozada con cicatrices, muchas de las cuales podrían ser<br />

permanentes. Y él es peligroso. La idea de que cualquier otro hombre acariciara a esa encantadora animadora le pondría<br />

indudablemente furioso.<br />

Reflexiono con los pies sobre la mesa, las manos cruzadas en la nuca y la mirada perdida en la lejanía cuando de pronto se abre<br />

la puerta y Bruiser irrumpe en el despacho.<br />

–¿Qué estás haciendo? –exclama.<br />

–Estudiando –respondo al tiempo que recupero inmediatamente una posición correcta.<br />

–Tenía entendido que ibas a estudiar por la tarde.<br />

Ahora son las diez y media, y él pasea de un lado para otro frente a mi escritorio.<br />

–Compréndelo, Bruiser, hoy es viernes. El examen empieza el próximo miércoles. Estoy asustado.<br />

–Entonces vete a estudiar al hospital. Y consigue algún caso. No he visto nada nuevo en tres días.<br />

–No es fácil estudiar y acosar al mismo tiempo.<br />

–Deck lo hace.<br />

–Claro, Deck es el estudiante perpetuo.<br />

–Acabo de recibir una llamada de Leo F. Drummond. ¿Te suena el nombre?<br />

–No. ¿Debería hacerlo?<br />

–Es socio decano de Tinley Britt. Excelente jurista, experto en toda clase de pleitos comerciales. Raramente pierde. Un<br />

abogado realmente extraordinario, un gran bufete.<br />

–Estoy bien informado acerca de Trent & Brent.<br />

–Pues vas a conocerlos todavía mejor. Representan a Great Benefit. Drummond está encargado del caso.<br />

Debe haber por lo menos un centenar de bufetes que representen al millar de compañías de seguros que debe existir en esta<br />

ciudad. ¿Y cuál es el índice de probabilidades de que la compañía que más detesto, Great Benefit, contrate al bufete que<br />

maldigo todos los días de mi vida, Trent & Brent?<br />

Curiosamente me lo tomo bien. A decir verdad, no me sorprende.<br />

De pronto comprendo por qué Bruiser camina de un lado para otro y habla con tanta rapidez. Está preocupado. Por mi culpa ha<br />

presentado una demanda de diez millones de dólares contra una gran compañía, representada por un abogado que lo intimida.<br />

Es divertido. Nunca imaginé que Bruiser Stone tuviera miedo de nada.<br />

–¿Qué ha dicho?<br />

–Sólo ha querido ponerse en contacto. Dice que le han asignado el caso al juez Harvey Hale con quien, maldita sea, compartía<br />

un piso en Yale hace treinta años, cuando ambos estudiaban derecho, y que, dicho sea de paso por si no lo sabes, era un<br />

excelente defensor de compañías de seguros antes de su infarto, a raíz del cual el médico le ordenó que cambiara de actividad.<br />

Entonces logró que le nombraran juez, en cuya capacidad no ha abandonado el concepto propio de un defensor de que un<br />

veredicto justo debe ser inferior a los diez mil dólares.<br />

–Lamento habértelo preguntado.<br />

–De modo que nos enfrentamos a Leo F. Drummond y a su considerable personal, que cuentan con su juez predilecto. Tienes<br />

en perspectiva una tarea bastante ardua.<br />

–¿Yo? ¿No piensas, participar?<br />

–Yo estaré ahí, pero el caso es tuyo. Te agobiarán con papeleo –dice de camino a la puerta– No olvides que ellos cobran por<br />

hora. Cuanto más papeleo, más horas pueden facturar.<br />

Suelta una carcajada antes de dar un portazo, aparentemente encantado de que los poderosos estén a punto de machacarme.<br />

Me han abandonado. Hay más de un centenar de abogados en Trent & Brent y de pronto me siento terriblemente solo.<br />

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