legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
mismo está la cifra de un millón de dólares. Y está pensando en volver a redactarlo. Adelante, ha llegado el momento de amar a<br />
la abuelita.<br />
TREINTA Y UNO<br />
Siguiendo el consejo del juez Kipler y con su beneplácito, nos reunimos en su sala para tomarle declaración a Dot. Después de<br />
que Drummond la programara en mi despacho sin consultarme, me negué a aceptar la fecha y el lugar. Intervino Kipler, llamó<br />
a Drummond y el asunto se resolvió en pocos segundos.<br />
Cuando le tomamos declaración a Donny Ray, todo el mundo vio a Buddy sentado en su Fairlane. Les he explicado tanto a<br />
Kipler como a Drummond que, en mi opinión, no debemos tomarle declaración a Buddy. No está bien de la cabeza, en palabras<br />
de Dot. El pobre hombre es inofensivo y no sabe nada del embrollo del seguro. En ninguno de los documentos aparece indicio<br />
alguno que vincule siquiera remotamente a Buddy. Nunca le he oído pronunciar una oración completa. No lo creo capaz de<br />
soportar la tensión de una prolongada declaración. Podría ponerse nervioso y apalear a unos cuantos abogados. r<br />
Dot lo deja en casa. Ayer pasé dos horas con ella, preparándola para las preguntas de Drummond. Dot declarará en el juicio, de<br />
modo que su testimonio actual no constituirá una prueba, sino parte del sumario. Drummond iniciará el interrogatorio,<br />
formulará prácticamente todas las preguntas y en general explorará a su antojo. Durará horas.<br />
Kipler quiere estar también presente y nos reunimos alrededor de una de las mesas de los letrados, frente al estrado. El juez<br />
organiza a la operadora de vídeo y a la relatora. Éste es su territorio y quiere que las cosas se hagan a su manera.<br />
Creo sinceramente que teme que Drummond me amilane si me abandona. La fricción entre ellos es tan intensa, que apenas son<br />
capaces de mirarse a la cara. Me parece maravilloso.<br />
A la pobre Dot le tiemblan las manos, cuando se sienta sola al extremo de la mesa. Yo estoy bastante cerca y eso<br />
probablemente la pone todavía más nerviosa. Lleva su mejor blusa de algodón y sus mejores vaqueros. Le he explicado que no<br />
tenía por qué arreglarse particularmente, puesto que el vídeo no se muestra al jurado. Sin embargo, el día del juicio será<br />
importante que se ponga un vestido. Dios sabe qué haremos con Buddy.<br />
Kipler está sentado a mi lado de la mesa, pero lo más lejos posible, cerca de la cámara de vídeo. Al otro lado está Drummond,<br />
con sólo tres acompañantes: B. Dewey Clay Hill III, M. Alce Plunk hijo y Brandon Fuller Grone.<br />
Deck está en algún lugar del edificio, al acecho de insospechados clientes. Ha dicho que tal vez pasaría luego.<br />
Cinco abogados y un juez observan a Dot Black cuando levanta la mano derecha para prestar juramento. A mí también me<br />
temblarían las manos. Drummond le brinda una radiante sonrisa a Dot, se presenta para que conste y dedica los primeros cinco<br />
minutos a explicar amablemente el propósito de la declaración. Buscamos la verdad. No intentará engañarla ni confundirla.<br />
Puede consultar en cualquier momento con su ilustre letrado, etcétera, etcétera. No tiene ninguna prisa. El tiempo corre.<br />
Durante la primera hora explora la historia familiar. La preparación de Drummond, como de costumbre, es impecable. Pasa<br />
paulatinamente de un tema a otro: educación, trabajo, casa, aficiones... y formula preguntas que a mí nunca se me hubieran<br />
ocurrido. En su mayoría son puras divagaciones, pero es lo que hacen los abogados cuando toman declaración para el sumario.<br />
Hurgan, preguntan, vuelven a hurgar, y quién sabe lo que descubren. Pero aunque descubriera algo auténticamente<br />
sensacionalista, como por ejemplo un embarazo en la adolescencia, no le sería de utilidad alguna. No podría utilizarlo en el<br />
juicio. Seria completamente ajeno a la cuestión. Pero las normas lo permiten y su cliente le paga un montón de dinero para<br />
tentar en las tinieblas. –<br />
Kipler decreta un descanso y Dot sale corriendo al pasillo. Lleva un cigarrillo entre los labios antes de llegar a la puerta de la<br />
sala. Nos reunimos para charlar cerca de una fuente.<br />
–Lo está haciendo muy bien –le digo, y no miento.<br />
–¿Ese hijo de perra va a preguntarme por mi vida sexual? –refunfuña.<br />
–Probablemente.<br />
Casi tengo que pedirle disculpas para retirarme, sólo de imaginarla en cama con su marido, mientras ella chupa con avidez su<br />
cigarrillo, como si fuera el último de su vida.<br />
–¿No puede impedírselo?<br />
–Si se excede, lo haré. Pero tiene derecho a preguntar casi cualquier cosa.<br />
–Maldito fisgón.<br />
La segunda hora es tan lenta como la primera. Drummond investiga la economía de los Black y descubrimos cómo compraron<br />
la casa, sus coches, incluido el Fairlane, y sus principales pertenencias. Kipler empieza a hartarse y le ordena a Drummond que<br />
prosiga. Pregunta entonces por Buddy, sus heridas de guerra, sus trabajos y su, pensión, así como sus aficiones y su forma de<br />
pasar el tiempo.<br />
Kipler se enoja y le ordena a Drummond que procure encontrar algo significativo.<br />
Dot dice que necesita ir al lavabo. Yo le he dicho que lo hiciera cuando estuviera cansada. Se fuma tres cigarrillos en el pasillo<br />
mientras charlamos, e intento eludir la humareda.<br />
A mitad de la tercera hora, llegamos finalmente a la reclamación. He preparado una copia completa de todos los documentos,<br />
incluidos los informes médicos de Donny Ray, que guardo en un nítido montón sobre la mesa. Kipler los ha inspeccionado.<br />
Estamos en una situación inusual y envidiable, la de no poseer ningún documento irregular. No hay nada que deseemos ocultar.<br />
Drummond puede verlo todo.<br />
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