legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–Con la venia de su señoría, interrogaremos a este testigo más adelante –declara previsiblemente Drummond. El jurado no<br />
volverá a verlo jamás.<br />
–Muy bien. Señor Baylor, llame a su próximo testigo.<br />
–La acusación llama a Jackie Lemancyzk –exclamo a pleno pulmón, y vuelvo inmediatamente la cabeza para observar la<br />
reacción de Underhall y Aldy.<br />
Estaban hablándose en voz baja y quedan paralizados al oír el nombre. Se les abren enormemente los ojos y la boca de<br />
asombro.<br />
El pobre Lufkin está a medio camino de la puerta cuando oye la noticia. Se detiene, mira aterrado a la mesa de la <strong>defensa</strong> y<br />
abandona apresuradamente la sala.<br />
Rodeado de sus secuaces, Drummond se pone de pie.<br />
–Con la venia de su señoría, ¿permite que nos acerquemos al estrado?<br />
Kipler nos hace una seña para que nos acerquemos y separa el micrófono. Mi rival finge estar furioso. No me cabe la menor<br />
duda de que está sorprendido, pero no tiene ningún derecho a quejarse. Casi jadea.<br />
–Su señoría, nos ha cogido completamente por sorpresa –dice sin levantar la voz, para que el jurado no lo oiga ni se percate de<br />
su espanto.<br />
–¿Por qué? –pregunto afectadamente–. Figura en la orden preliminar como testigo potencial.<br />
–Tenemos derecho a que se nos notifique con antelación.<br />
–¿Cuándo la ha encontrado?<br />
–No sabía que estuviera perdida.<br />
–Es una pregunta razonable, señor Baylor –dice su señoría, mirándome con ceño por primera vez en la vida.<br />
Los miro con ingenuidad a ambos, como para decirles «oigan, no soy más que un novato, no se metan conmigo».<br />
–Está en la orden preliminar –insisto.<br />
Además, los tres sabemos que va a declarar. Tal vez debí haber informado ayer a la sala de que estaba en la ciudad pero,<br />
después de todo, éste es mi primer juicio.<br />
Entra detrás de Deck en la sala. Underhall y Aldy se niegan a mirarla. Los cinco monigotes de Trent & Brent la observan<br />
atentamente. Tiene muy buen aspecto. Un holgado vestido azul cubre su delgado cuerpo hasta la parte superior de las rodillas.<br />
Su cara ha cambiado enormemente desde anoche, ahora es mucho más atractiva. Presta juramento, se sienta en la silla de los<br />
testigos, lanza una mirada de odio a los muchachos de Great Benefit y está lista para declarar.<br />
Me pregunto si se habrá acostado con Underhall o Aldy. Anoche mencionó a Lufkin y a otro, pero sé que no me lo contó todo.<br />
Cubrimos rápidamente los puntos básicos y entramos a matar.<br />
–¿Cuánto tiempo trabajó en Great Benefit?<br />
–Seis años.<br />
–¿Y cuándo concluyó su empleo?<br />
–El tres de octubre.<br />
–¿Qué ocurrió?<br />
–Me expulsaron.<br />
–¿No dimitió usted?<br />
–No. Me despidieron.<br />
–¿Quién la despidió?<br />
–Fue una conspiración. Everett Lufkin, Kermit Aldy, Jack Underhall y otros –dice al tiempo que mueve la cabeza hacia los<br />
culpables, y todo el mundo mira a los muchachos de Great Benefit.<br />
Me acerco a la testigo y le entrego una copia de su carta de dimisión.<br />
–¿Reconoce esto? –pregunto.<br />
–Es una carta que yo mecanografié y firmé –responde. –La carta dice que usted dimite por razones personales. –Esta carta es<br />
una mentira. Me despidieron por el hecho de estar involucrada en la reclamación de Donny Ray Black y para evitar que<br />
declarara el día cinco de octubre, como estaba previsto. Me despidieron para poder alegar que ya no trabajaba en la compañía.<br />
–¿Quién le obligó a escribir esta carta?<br />
–Los mismos. Fue una conspiración. –¿Puede explicarse?<br />
Mira por primera vez al jurado y están todos pendientes de<br />
ella.<br />
–El sábado anterior a la fecha prevista para mi declaración, me llamaron para que acudiera a la oficina –empieza a decir,<br />
después de respirar hondo–. Allí me encontré con Jack Underhall, el hombre que está sentado ahí de traje gris. Es uno de los<br />
abogados de la compañía. Me dijo que me marchara inmediatamente y que tenía dos opciones. Podía considerarme despedida y<br />
marcharme sin nada. O podía escribir una carta y llamarlo dimisión, en cuyo caso la compañía me entregaría diez mil dólares al<br />
contado para que no hablara. Y tuve que tomar la decisión en aquel mismo momento, en su presencia.<br />
Anoche logró contármelo sin emocionarse, pero es diferente en la sala. Se muerde el labio y titubea unos instantes antes de<br />
proseguir.<br />
–Soy una madre divorciada con dos hijos menores y muchas facturas. No tenía otra alternativa. De pronto me había quedado<br />
sin trabajo. Escribí la carta, cogí el dinero y firmé un compromiso de no hablar jamás con nadie de ninguna de las<br />
reclamaciones.<br />
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