legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Fiel a sus instrucciones, llego a las doce en punto. Las oficinas son modernas y ajetreadas, y lo más curioso de¡ lugar es que<br />
todos son negros. He visto numerosos bufetes durante el último mes, y sólo recuerdo a una secretaria negra y a ningún abogado<br />
negro. Aquí no hay una sola cara blanca.<br />
Booker me muestra rápidamente las dependencias. A pesar de ser la hora del almuerzo, hay mucha actividad. Los pasillos<br />
bullen con el ruido de ordenadores, fotocopiadoras, faxes, teléfonos y voces. Las secretarias comen apresuradamente en sus<br />
escritorios, inevitablemente cubiertos de montones de documentos pendientes. Los abogados y los pasantes son bastante<br />
amables, pero no pueden perder el tiempo. Y las normas del vestir son rigurosas: traje oscuro y camisa blanca para los<br />
hombres, vestido formal para las mujeres; nada de colores llamativos ni pantalones.<br />
Comparaciones con el bufete de J. Lyman Stone acuden a mi mente, pero las evito.<br />
Booker me explica que Marvin Shankle dirige el bufete con mano dura. Viste impecablemente, es sumamente profesional en<br />
todos los aspectos y mantiene un horario inhumano. Espera otro tanto de sus socios y empleados.<br />
La sala de conferencias está en un rincón tranquilo. Yo estoy encargado del almuerzo y desenvuelvo los bocadillos que he<br />
traído de Yogi's. Bocadillos gratuitos. Charlamos cinco minutos sobre la familia y los amigos de la facultad. Me hace algunas<br />
preguntas sobre mi trabajo, pero sabe guardar las distancias. Ya se lo he contado todo, o casi todo. Prefiero no revelarle mi<br />
nuevo destino en Saint Peter, ni la naturaleza de mi actividad en el hospital.<br />
¡Booker se ha convertido en un auténtico abogado! Consulta su reloj después del tiempo destinado a cumplidos y emprende la<br />
espléndida tarea que ha programado para esta tarde. Trabajaremos incesantemente durante seis horas, descansando sólo para<br />
tomar café y acudir al servicio, y a las seis en punto debemos abandonar el local porque otras personas lo han reservado.<br />
Desde las doce y cuarto hasta la una y media repasamos los impuestos directos federales. Booker es quien más habla, porque<br />
siempre ha comprendido mejor el tema tributario. Trabajamos con apuntes y los impuestos son tan confusos para mí ahora<br />
como en otoño del año pasado.<br />
A la una y media me permite ir al servicio y tomar un poco de café, y desde entonces hasta las dos y media tomo la iniciativa<br />
con las normas federales referentes a pruebas admisibles. Es emocionante. La extraordinaria energía de Booker es contagiosa y<br />
cubrimos con suma rapidez un montón de material tedioso.<br />
Suspender el examen de colegiatura es una pesadilla para cualquier joven asociado, pero intuyo que sería particularmente<br />
desastroso para Booker. Para mí, francamente, no sería el fin del mundo. Destruiría mi orgullo, pero me repondría. Estudiaría<br />
más a fondo y me presentaría de nuevo dentro de seis meses. A Bruiser no le importaría, a condición de que captara unos<br />
cuantos clientes cada mes. Un buen caso de quemaduras y no esperaría que volviera a presentarme al examen.<br />
Pero puede que Booker tuviera problemas. Sospecho que el señor Marvin Shankle le amargaría la vida si no aprobara al primer<br />
intento. Y si lo suspendiera dos veces, probablemente lo pondría de patitas en la calle.<br />
A las dos y media en punto, Marvin Shankle entra en la sala de conferencias y Booker me presenta. Tiene unos cincuenta años,<br />
es apuesto y está en buena forma. Su cabello es ligeramente canoso alrededor de las orejas. Habla con una voz suave, pero su<br />
mirada es intensa. Da la impresión de poder ver a través de las paredes. Es un personaje legendario en los círculos jurídicos del<br />
sur y supone un honor conocerlo.<br />
Booker ha organizado una conferencia. Durante casi una hora escuchamos atentamente a Shankle, que nos habla de los<br />
conflictos jurídicos relativos a los derechos civiles y a la discriminación en el trabajo. Tomamos apuntes, formulamos algunas<br />
preguntas, pero sobre todo escuchamos.<br />
Luego se marcha para asistir a una reunión y dedicamos la próxima media hora a repasar la legislación antimonopolios. A las<br />
cuatro otra conferencia.<br />
Nuestro próximo conferenciante es Tyrone Yipler, uno de los socios formado en Harvard, especializado en Derecho<br />
constitucional. Empieza lentamente y sólo acelera cuando Booker lo acribilla a preguntas. Me sorprendo a mí mismo<br />
imaginando que me oculto de noche entre los matorrales con un descomunal bate de béisbol y le propino una soberana paliza a<br />
Cliff Riker. Para no quedarme dormido, doy vueltas a la mesa, tomo café y procuro concentrarme.<br />
Al final de la hora, Kipler está alegre y animado, y le formulamos un sinfín de preguntas. De pronto se queda con la palabra en<br />
la boca, consulta su reloj y dice que debe marcharse. Le espera un juez en algún lugar. Le damos las gracias y desaparece a<br />
toda prisa.<br />
–Nos queda una hora –dice Booker a las cinco y cinco. Qué vamos a hacer?<br />
–Tomémonos una cerveza.<br />
–Lo siento. Las alternativas son el derecho de la propiedad o ética.<br />
Necesito la ética, pero estoy cansado y no me apetece que me recuerden la gravedad de mis pecados.<br />
–Repasemos el derecho de la propiedad.<br />
Booker cruza rápidamente la sala y trae los libros pertinentes.<br />
Son casi las ocho cuando avanzo penosamente por el laberinto de corredores en el corazón de Saint Peter y descubro a un<br />
médico y una enfermera que ocupan mi mesa predilecta. Compro un café y me siento cerca. La enfermera, que es muy<br />
atractiva, parece bastante apenada y, a juzgar por sus susurros, zozobra su idilio. Él tiene sesenta años, con cabello trasplantado<br />
y una nueva mandíbula. Ella tiene treinta y evidentemente no será promocionada al rango de esposa. Sólo amante por ahora.<br />
Musitan con mucha seriedad.<br />
No estoy de humor para estudiar. He estudiado bastante para un solo día, pero me motiva el hecho de que Booker esté todavía<br />
en su despacho, trabajando y preparándose para el examen.<br />
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