legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
sencillas que compran seguros baratos. Reflexione. Aquí tenemos el caso de un demandante con facturas médicas <strong>legítima</strong>s por<br />
un total de unos cinco mil dólares, claramente cubiertos por la póliza. Pero la compañía de seguros, que dispone de un capital<br />
de unos doscientos millones, se niega a pagar. En el juicio, el abogado del demandante le pide al jurado los cinco mil dólares y<br />
también unos millones para castigar a la empresa fraudulenta. Raramente funciona. Otorgan los cinco mil, agregan unos diez<br />
mil como castigo, y la compañía vuelve a ganar.<br />
–Pero Donny Ray Black está muriéndose porque no recibe el trasplante de médula al que tiene derecho según la póliza. ¿Estoy<br />
en lo cierto?<br />
Leuberg me brinda una perversa sonrisa.<br />
–Indudablemente la tiene, en el supuesto de que sus padres se lo hayan contado todo. Un supuesto siempre arriesgado.<br />
–Pero si todo está aquí? –pregunto al tiempo que señalo la carpeta.<br />
–Entonces, el caso es bastante sólido –asiente con una sonrisa y se encoge de hombros– No es maravilloso, pero sí razonable.<br />
–No lo comprendo.<br />
–Es sencillo, Rudy. Esto es Tennessee. La tierra de los veredictos de cinco cifras. Aquí nadie recibe compensaciones punitivas.<br />
Los jurados son sumamente conservadores. Los ingresos per cápita son bastante bajos y los jurados tienen gran dificultad en<br />
convertir en ricos a sus vecinos. Memphis es un lugar particularmente difícil para obtener un veredicto razonable.<br />
Apuesto a que Jonathan Lake lo lograría. Y tal vez me daría una pequeña comisión si le ofreciera el caso. A pesar de la resaca,<br />
las ruedas no dejan de girar en mi mente.<br />
–¿Entonces qué hago? –pregunto.<br />
–Demandar a esos cabrones.<br />
–No estoy exactamente titulado.<br />
–Usted no. Mande a esa gente a algún abogado famoso de la ciudad. Haga algunas llamadas en su nombre, hable con el<br />
abogado. Escriba un informe de un par de páginas para Smoot y lávese las manos –dice. El teléfono suena, él se incorpora de<br />
un brinco y empuja hacia mí la carpeta de los documentos– Ahí hay una lista de tres docenas de casos de mala fe para que se<br />
los lea si le interesa.<br />
–Gracias –respondo.<br />
Agita la mano para que me marche. Cuando abandono el despacho, Max Leuberg está chillando por teléfono.<br />
La Facultad de Derecho me ha enseñado a odiar la investigación. Hace ahora tres años que vivo aquí y he pasado por lo menos<br />
la mitad del tiempo hurgando viejos libros desgastados, en busca de antiguos casos para apoyar teorías jurídicas primitivas, en<br />
las que ningún abogado en su sano juicio ha pensado desde hace décadas. Aquí les encanta mandarle a uno en busca de tesoros<br />
perdidos. Los profesores, la mayoría de los cuales se dedican a la enseñanza porque son incapaces de funcionar en el mundo<br />
real, opinan que es útil para nuestra formación encontrar casos recónditos e incluirlos en vanos informes, a fin de obtener las<br />
buenas notas que nos permitirán incorporamos a la profesión jurídica, como jóvenes abogados bien educados.<br />
Esto fue particularmente cierto durante los dos primeros años en la facultad. Ahora no está tan mal. Incluso puede que el<br />
método no sea completamente descabellado. He oído millares de relatos de los grandes bufetes y de su costumbre de esclavizar<br />
a los novatos en la biblioteca durante dos años, escribiendo informes y testimonios de los juicios.<br />
Todos los relojes se paran cuando uno se dedica a la investigación jurídica con resaca. La jaqueca empeora, las manos no dejan<br />
de temblar. Booker me encuentra el viernes por la noche en mi pequeño escondrijo, con una docena de libros abiertos sobre la<br />
mesa. La lista de casos que según Leuberg debo leer.<br />
–¿Cómo estás? –pregunta.<br />
Lleva traje y corbata, lo cual significa, indudablemente, que ha estado en el despacho recibiendo llamadas y dictando cartas,<br />
como un verdadero abogado.<br />
–Bien.<br />
Se agacha junto a mí y contempla el montón de libros.<br />
–¿Qué es eso? –pregunta.<br />
–Nada que ver con el examen de colegiatura. Sólo un poco de investigación para la clase de Smoot.<br />
–Nunca habías investigado para la clase de Smoot.<br />
–Lo sé. Me siento culpable.<br />
Booker se pone de pie y se apoya en mi mesa.<br />
–Dos cosas –dice, casi en un susurro– El señor Shankle cree que el pequeño incidente en Brodrtax & Speer ya está resuelto. Ha<br />
hecho algunas llamadas y le han asegurado que las presuntas víctimas han retirado la denuncia.<br />
–Estupendo –respondo– Gracias, Booker.<br />
–No hay de qué. Creo que ahora ya puedes mostrarte en público. Siempre y cuando, claro está, seas capaz de abandonar tu<br />
investigación.<br />
–Lo intentaré.<br />
–En segundo lugar, he mantenido una larga charla con el señor Shankle. Acabo de salir de su despacho. Y el caso es que de<br />
momento no hay ninguna vacante. Ha contratado a tres nuevos miembros asociados, yo y otros dos de Washington, y no está<br />
seguro de que quepamos todos. Actualmente busca espacio para más despachos.<br />
–No tenías por qué hacerlo, Booker.<br />
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