legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Su compañero hace lo mismo y ambos se acomodan.<br />
–Por supuesto –respondo como un listillo– No se queden de pie.<br />
–Siéntese usted también<br />
–dice uno de ellos.<br />
–¿Por qué no? –respondo antes de instalarme entre ellos, que se inclinan hacia delante, sin dejar de actuar–.<br />
–¿Qué diablos ocurre? –pregunto. –¿Conoce usted a Jonathan Lake?<br />
–Sí.<br />
–¿Sabe dónde está su bufete?<br />
–Sí.<br />
–¿Estuvo usted allí anoche? –Sí. –¿A qué hora? –Entre las nueve y las diez.<br />
–¿Cuál fue la razón de su visita?<br />
–Es una larga historia. –Disponemos de todo el tiempo necesario.<br />
–Quería hablar con Jonathan Lake.<br />
–¿Lo hizo?<br />
–No.<br />
–Por qué no?<br />
–Las puertas estaban cerradas y no pude entrar en el edificio.<br />
–¿Intentó forzar alguna puerta?<br />
–No.<br />
–¿Está seguro?<br />
–Sí.<br />
–¿Volvió al edificio después de la medianoche?<br />
–No.<br />
–¿Está seguro?<br />
–Sí. Pregúntenselo al guardia de seguridad. Se miran entre sí. Algo ha dado en el blanco.<br />
–¿Vio al guardia de seguridad?<br />
–Sí. Me pidió que me marchara y lo hice.<br />
–Puede describirlo?<br />
–Sí.<br />
–Hágalo.<br />
–Un negro robusto, probablemente de metro noventa, uniformado, gorra, pistola, etcétera. Pregúntenselo, él les dirá que me<br />
marché cuando me lo ordenó.<br />
–No podemos preguntárselo –responden mientras intercambian nuevamente miradas.<br />
–Por qué no? –pregunto, con el presentimiento de que van a responderme algo terrible.<br />
–Porque está muerto. Ambos me miran atentamente para ver cómo reacciono. Estoy tan estupefacto como lo estaría cualquiera.<br />
Siento que me perforan con la mirada.<br />
–¿Cómo... cómo murió?<br />
–Quemado en el incendio.<br />
–¿Qué incendio?<br />
Asienten desconfiados, sin apartar la mirada de la mesa, y cierran unánimemente la boca. Uno de ellos se saca un cuaderno del<br />
bolsillo, como un periodista novato.<br />
–Ese pequeño coche que está ahí, el Toyota, ¿es suyo?<br />
–Saben que lo es. Tienen ordenadores.<br />
–¿Lo condujo anoche al bufete?<br />
–No. Lo empujé. ¿Qué incendio?<br />
–No se haga el listillo, ¿vale?<br />
–De acuerdo. Trato hecho. Yo no me haré el listillo, a condición de que tampoco se lo hagan ustedes.<br />
–Es posible que alguien haya visto su coche en la vecindad del bufete a las dos de la madrugada –dice su compañero.<br />
–No es verdad. No puede tratarse de mi coche –respondo, sin poder saber si mienten– ¿Qué incendio? –insisto.<br />
–El bufete Lake se incendió anoche. Ha quedado completamente destruido.<br />
–Arrasado –agrega su compañero.<br />
–Y ustedes son de la brigada antiincendios –digo todavía estupefacto, pero al mismo tiempo enojado de que me consideren<br />
implicado en el siniestro– Y Barry Lancaster les ha contado que yo soy un excelente sospechoso de haber incendiado el local,<br />
¿no es cierto?<br />
–Nos ocupamos de incendios y también de homicidios.<br />
–¿Cuántas personas han fallecido?<br />
–Sólo el guardia. La primera llamada se recibió a las tres de la madrugada, de modo que el lugar estaba desierto.<br />
Evidentemente, el guardia quedó de algún modo atrapado cuando se derrumbó el tejado.<br />
Casi deseo que Jonathan Lake hubiera estado con el guardia, y luego pienso en los hermosos despachos, con sus cuadros y sus<br />
alfombras.<br />
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