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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

seguro de que cada uno de ellos tendrá una docena de razones para ser eximido. Kipler, en otras circunstancias, se lo pondría<br />

difícil. Pero en este caso, estoy prácticamente convencido de que tampoco desea que formen parte del jurado. Apostaría<br />

cualquier cosa a que su señoría quiere rostros negros en el palco.<br />

Estoy seguro de que si sigo en este oficio, algún día se me ocurrirá otra jugada más sucia, pero actualmente parece<br />

inimaginable. Pienso en ello desde hace varias semanas y por fin se lo he mencionado a Deck. Casi le da un ataque.<br />

Si a Drummond y su pandilla les gusta escuchar lo que hablamos por teléfono, vamos a ofrecerles algo sabroso. Esperamos a<br />

última hora de la tarde. Yo estoy en mi despacho. Deck en una cabina a la vuelta de la esquina. Me llama. Lo hemos ensayado<br />

varias veces, tenemos incluso un guión.<br />

–Rudy, soy Deck. Por fin he encontrado a Dean Goodlow.<br />

Goodlow es un varón blanco, treinta y nueve años de edad, educación universitaria, propietario de una franquicia de limpieza<br />

de alfombras. Le hemos otorgado un cero en nuestra calificación, es definitivamente el tipo de persona que no queremos en el<br />

jurado. A Drummond le encantaría.<br />

–¿Dónde? –pregunto.<br />

–Le he sorprendido en su despacho. Había pasado una semana fuera de la ciudad. Estábamos completamente equivocados, es<br />

un personaje encantador. No le gustan en absoluto las compañías de seguros, dice que discute permanentemente con la suya y<br />

considera que deberían ser sometidas a una estricta regulación. Le he contado los detalles de nuestro caso y no puedes<br />

imaginarte lo furioso que se ha puesto. Será un excelente miembro del jurado.<br />

A las palabras de Deck les falta un poco de naturalidad, probablemente está leyéndolas, pero para un oído incauto parece<br />

creíble.<br />

–¡Vaya sorpresa! –exclamo claramente junto al teléfono, para que Drummond no se pierda una sola sílaba.<br />

La idea de que los abogados hablen con miembros potenciales del jurado, durante el proceso de selección, es increíble, casi<br />

inverosímil. A Deck y a mí nos preocupa que nuestra estratagema parezca tan absurda que Drummond comprenda que estamos<br />

fingiendo. ¿Pero quién creerla que un abogado, para espiar a su rival, le pincha ilegalmente el teléfono? También hemos<br />

decidido que Drummond se tragarla el anzuelo, porque yo no soy más que un ignorante novato y Deck, después de todo, un<br />

simple seudoabogado. Hacemos lo que podemos.<br />

–¿Se sentía incómodo hablando contigo? –pregunto.<br />

–Un poco. Le he contado lo mismo que a los demás, que no soy más que un investigador, no un abogado. Y que si no<br />

mencionan a nadie nuestra conversación, no habrá ningún problema.<br />

–Bien. ¿Y crees que Goodlow está con nosotros?<br />

–Sin lugar a dudas. Debemos elegirlo.<br />

Muevo papeles cerca del teléfono.<br />

–¿Quién queda en la lista? –pregunto.<br />

–Déjame ver –responde Deck, e inmediatamente oigo el ruido de papeles por la línea–. Hemos hablado con Dermont King, Jan<br />

DeCell, Lawrence Perotti, Hilda Hinds y Ratilda Browning.<br />

A excepción de Ratilda Browning, son todos blancos que no<br />

queremos en el jurado. Si logramos contaminar suficientemente sus nombres, Drummond hará todo lo posible para excluirlos.<br />

–¿Qué me dices de Dermont King? –pregunto.<br />

–Perfecto. En una ocasión tuvo que echar a un inspector de seguros de su casa. Se merece un nueve. –¿Y Perotti?<br />

–Un tipo estupendo. No podía creer que una compañía de seguros fuera capaz de matar a alguien. Está con nosotros.<br />

–¿Jan DeCell?<br />

Más movimiento de papeles.<br />

–Déjame ver. Es una señora muy agradable, de pocas palabras. Parecía tener la sensación de que no era correcto que<br />

habláramos. Hemos charlado sobre las compañías de seguros y le he contado que Great Benefit tiene un capital de<br />

cuatrocientos millones. Creo que estará con nosotros. Pongámosle un cinco.<br />

Es difícil no echar a reír. Presiono el auricular contra mi oreja.<br />

–¿Ratilda Browning?<br />

–Una negra radical, no le interesan los blancos. Me ha echado de su despacho, trabaja en un banco negro. No nos dará ni los<br />

buenos días –responde Deck, antes de hacer una prolongada pausa y mover papeles cerca del auricular–. Y a ti, ¿cómo te ha<br />

ido?<br />

–He localizado a Es<strong>the</strong>r Samuelson en su casa, hace aproximadamente una hora. Una señora muy agradable, con cerca de<br />

sesenta años. Hemos hablado mucho de Dot y de lo terrible que sería perder un hijo. Está con nosotros.<br />

El difunto marido de Es<strong>the</strong>r Samuelson fue, durante muchos años, funcionario de la Cámara de Comercio. Marvin Shankle me<br />

lo ha contado. No puedo imaginarla en el jurado para un caso como el nuestro. Hará lo que a Drummond se le antoje.<br />

–Luego he encontrado a Nathan Butts en su despacho. Le ha sorprendido un poco saber que yo era uno de los abogados<br />

involucrados en el caso, pero se ha relajado. Odia las compañías de seguros.<br />

Si a estas alturas a Drummond todavía le late el corazón, su pulso debe ser inapreciable. La idea de que precisamente yo, el<br />

abogado, y no mi investigador, circule por las calles hablando de los detalles del caso con miembros potenciales del jurado,<br />

basta para provocar un infarto. Sin embargo, también habrá comprendido que no puede hacer absolutamente nada al respecto.<br />

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