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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

las compañías de seguros más antiguas y respetadas de Norteamérica. Pero ha cometido errores con esta reclamación. Errores<br />

graves. Aquellas horribles cartas de denegación eran terriblemente insensibles y ofensivas. Su cliente no había actuado como<br />

era debido. Pero su cliente tiene más de seis mil empleados y es difícil controlar la conducta de todos ellos, difícil revisar toda<br />

la correspondencia. No hay excusa, ni se niega la culpa. Se cometieron errores.<br />

Desarrolla este tema unos minutos y expone con mucha destreza que la conducta de su cliente fue puramente fortuita, y<br />

ciertamente no deliberada. Elude la ficha de reclamaciones, los manuales, los documentos ocultos y las mentiras descubiertas.<br />

Los hechos son como un campo minado para Drummond y quiere ir en otras direcciones.<br />

Admite con toda franqueza que su cliente debió haber pagado la reclamación, el total de doscientos mil dólares que suponía. Es<br />

una admisión grave y los miembros del jurado la asimilan. Intenta suavizarlos y lo logra. Ahora llega a los daños y perjuicios.<br />

No puede por menos que estar atónito ante mi sugerencia de que el jurado considere otorgarle a Dot Black un porcentaje del<br />

capital de Great Benefit. ¡Es espantoso! ¿De qué serviría? Ha admitido que su cliente no había actuado debidamente. Los<br />

responsables de aquella injusticia habían sido expulsados. Great Benefit se había reformado.<br />

¿Qué objetivo alcanzaría un cuantioso veredicto? Ninguno, absolutamente ninguno.<br />

Drummond introduce con sumo tacto un argumento contra el enriquecimiento injusto. Debe ser cauteloso para no ofender a<br />

Dot, porque si lo hace ofende a los miembros del jurado. Menciona algunos detalles sobre los Black: dónde viven, desde<br />

cuándo, la casa, el barrio, etcétera. Los describe como personas corrientes, una familia de clase media con una vida sencilla<br />

pero feliz. Se muestra bastante generoso. Norman Rockwell no haría un mejor retrato. Casi veo los grandes árboles y al amable<br />

repartidor de periódicos. Su puesta en escena es magnífica y el jurado está atento. Describe cómo viven, o cómo les gustaría<br />

hacerlo.<br />

¿Qué resolvería el jurado quitándole el dinero a Great Benefit y entregándoselo a los Black? Trastornaría su agradable<br />

equilibrio. Aportaría el caos a sus vidas. Les diferenciaría enormemente de sus vecinos y amigos. En resumen, les destrozaría<br />

la vida. Además, ¿tiene alguien derecho a la cantidad de dinero que yo, Rudy Baylor, he sugerido? Claro que no. No es justo ni<br />

permisible arrebatarle dinero a una corporación simplemente porque dispone del mismo.<br />

Se acerca al encerado, escribe la cifra de setecientos cuarenta y seis dólares y le comunica al jurado que ésos son los ingresos<br />

mensuales de los Black. Junto a la misma escribe la cifra de doscientos mil dólares y la multiplica por el seis por ciento, para<br />

obtener la cifra de doce mil dólares. Le dice al jurado que lo que realmente se propone es doblar los ingresos mensuales de los<br />

Black. ¿No lo desearíamos todos? Es fácil. Entreguémosles a los Black la cantidad de doscientos mil dólares, que es lo que<br />

habría costado el trasplante, y si los invierten en bonos libres de impuestos al seis por ciento, obtendrán unos intereses netos de<br />

mil dólares mensuales. Great Benefit se ocupará incluso de la inversión en nombre de Dot y Buddy.<br />

¡Menudo trato!<br />

Tiene tanta experiencia como para lograr que funcione. El argumento es convincente y cuando observo los rostros de los<br />

miembros del jurado, me percato de que lo consideran. Estudian la pizarra. Parece un compromiso perfectamente equitativo.<br />

Es en ese momento cuando espero que recuerden que Dot ha prometido entregar el dinero a la Sociedad Norteamericana de la<br />

Leucemia.<br />

Drummond concluye con una apelación al sentido común y la ecuanimidad. Su voz adquiere un tono más grave y habla con<br />

mayor lentitud. Es la sinceridad personificada. Por favor, hagan lo que es justo, dice antes de sentarse.<br />

Puesto que yo soy el acusador, tengo la última palabra. Me he reservado diez minutos de la media hora asignada para refutar<br />

sus argumentos, y me acerco al jurado con una sonrisa. Les digo que espero ser capaz de hablar algún día como el señor<br />

Drummond acaba de hacerlo. Le felicito por su pericia en la sala, es uno de los abogados más expertos del país. La amabilidad<br />

de ese joven que soy yo no tiene límites.<br />

Sólo un par de comentarios. En primer lugar, Great Benefit reconoce ahora ser culpable y ofrece doscientos mil dólares como<br />

donativo pacificador. ¿Por qué? Porque ahora están mordiéndose las uñas y rogándole a Dios que no les impongan una sanción<br />

superior a los doscientos mil dólares. En segundo lugar, ¿reconoció el señor Drummond esos errores y ofreció ese dinero<br />

cuando se dirigió al jurado el lunes por la mañana? No, no lo hizo. Puesto que sabía entonces todo lo que sabe ahora, ¿por qué<br />

no reconoció desde el primer momento que su cliente era culpable? ¿Por qué? Porque tenían la esperanza de que ustedes no<br />

descubrieran la verdad. Y ahora que la han descubierto, ellos adoptan una actitud de humildad.<br />

Concluyo provocando realmente al jurado.<br />

–Si lo mejor que pueden hacer es otorgar doscientos mil dólares, no se molesten. No los queremos. Eran para una operación<br />

que nunca tendrá lugar. Si no consideran que los actos de Great Benefit merecen un castigo, quédense los doscientos mil<br />

dólares y regresemos todos a nuestras casas –digo mirando lentamente a cada uno de ellos a los ojos mientras camino frente al<br />

palco del jurado, convencido de que no me defraudarán–. Gracias –agrego, antes de regresar a mi mesa, para sentarme junto a<br />

mi cliente.<br />

Mientras el juez Kipler les da las últimas instrucciones, me invade una intoxicante sensación de alivio. Me relajo como no lo<br />

había hecho hasta ahora. Ya no hay más testigos, documentos, peticiones ni informes, han concluido las vistas y las fechas<br />

límite, y han acabado las preocupaciones por uno u otro miembro del jurado. Respiro hondo y me hundo en mi butaca. Podría<br />

pasarme varios días durmiendo.<br />

Esa tranquilidad dura unos cinco minutos, hasta que se retira el jurado para deliberar. Son casi las diez y media.<br />

Empieza la espera.<br />

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