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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Hablamos unos minutos de mi proyecto. Deck abandona el bufete y se dirige al juzgado, en el centro de la ciudad. Al cabo de<br />

media hora, me llama para ponerme al corriente de los casos de varios clientes ficticios. También me pregunta si necesito algo<br />

del centro de la ciudad.<br />

–¿A que no adivinas quién quiere llegar ahora a un acuerdo? –pregunto después de unos minutos de charla.<br />

–¿Quién?<br />

–Dot Black.<br />

–¿Dot Black? –pregunta con fingida incredulidad.<br />

Deck no es el mejor actor del mundo.<br />

–Sí, he pasado esta mañana por su casa y le he llevado un pastel de fruta. Dice que no tiene fuerzas para soportar el juicio y<br />

quiere llegar a un acuerdo cuanto antes.<br />

–¿Cuánto?<br />

–Ha dicho que aceptaría ciento sesenta. Ha estado pensando en ellos y puesto que su máxima oferta son ciento cincuenta,<br />

considera que los habrá vencido si pagan más de lo que se proponen. Cree que es una astuta negociadora. He intentado<br />

explicárselo, pero ya sabes lo testaruda que es.<br />

–No lo hagas, Rudy. Este caso vale una fortuna.<br />

–Lo sé. Kipler cree que obtendremos una recompensa punitiva gigantesca, pero ya sabes que éticamente estoy obligado a<br />

hablar con Drummond e intentar llegar a un acuerdo. Es la voluntad del cliente.<br />

–No lo hagas. Ciento sesenta es una limosna –dice Deck, ahora con razonable convicción, y no puedo evitar una sonrisa,<br />

consciente de que calcula mentalmente su parte de los honorarios–. ¿Crees que subirán a ciento sesenta? –pregunta.<br />

–Son otros los que nos escuchan –dice Deck muy nervioso. Estoy demasiado aturdido para reaccionar. –¿De quién puede<br />

tratarse? –pregunta Butch. –¿Cómo diablos puedo saberlo? –exclamo enojado.<br />

–No lo sé. Me dio la impresión de que ciento cincuenta era el máximo. Pero tampoco se lo discutí.<br />

Si Great Benefit está dispuesta a pagar ciento cincuenta, no cabe la menor duda de que subirá a ciento sesenta. –Lo hablaremos<br />

cuando regrese –dice. –De acuerdo.<br />

Colgamos y al cabo de media hora, Deck está sentado en mi despacho.<br />

A las nueve menos cinco de la mañana siguiente suena el teléfono. Deck lo contesta en su despacho y luego viene corriendo<br />

hasta el mío.<br />

–Es Drummond –dice.<br />

Nuestro pequeño bufete, en un alarde de magnanimidad, ha adquirido un magnetófono de cuarenta dólares, que está conectado<br />

a mi teléfono, y confiamos en que no afecte al aparato de escucha. Butch dijo que no lo creía.<br />

–Hola –respondo, procurando ocultar mis nervios y mi angustia.<br />

–Hola Rudy, soy Leo Drummond –dice amablemente–. ¿Cómo está?<br />

Éticamente, en este momento debería comunicarle que está grabándose la conversación y brindarle la oportunidad de<br />

reaccionar. Pero por razones evidentes, Deck y yo hemos decidido no hacerlo. Nuestro plan sería inútil. ¿Qué es la ética entre<br />

compañeros?<br />

–Muy bien, señor Drummond, ¿y usted?<br />

–No puedo quejarme. Escúcheme, debemos ponernos de acuerdo para tomarle declaración al doctor Kord. He hablado con su<br />

secretaria. ¿Qué le parece el doce de febrero? A las diez de la mañana, por supuesto en su despacho.<br />

La declaración de Kord será la última, creo, a no ser que a Drummond se le ocurra alguien más remotamente interesado en el<br />

caso. Sin embargo, no deja de ser curioso que se le haya ocurrido llamarme con antelación, para interesarse por lo que pudiera<br />

ser conveniente.<br />

–Me parece bien –respondo, mientras Deck circula hecho un manojo de nervios por mi despacho.<br />

–Estupendo. No creo que dure mucho. O por lo menos eso espero a quinientos dólares por hora. Es obsceno, ¿no le parece?<br />

¿No es asombroso lo amiguetes que somos ahora? Nosotros, los abogados, contra los médicos. –Realmente obsceno.<br />

–Bueno, qué le vamos a hacer. Por cierto, Rudy, ¿sabe lo que mi cliente realmente desea?<br />

–¿Qué?<br />

–Bueno, no les apetece la perspectiva de pasar una semana en Memphis soportando ese juicio. Son altos ejecutivos, ya sabe,<br />

personas de mucho dinero que deben proteger su reputación y su carrera. Quieren llegar a un acuerdo, Rudy, y me han<br />

encargado que se lo diga. Hablamos sólo de llegar a un acuerdo, no de admisión de responsabilidades, compréndalo.<br />

–Por supuesto –respondo, al tiempo que le guiño un ojo a Deck.<br />

–Su perito afirma que el coste del trasplante de médula habría costado entre ciento cincuenta y doscientos mil dólares, y no<br />

discutimos sus cifras. En el supuesto, y no es más que un supuesto, que mi cliente fuera realmente responsable del trasplante.<br />

Supongamos, limitémonos a suponer, que estuviera cubierto. En tal caso, mi cliente habría tenido que pagar alrededor de ciento<br />

setenta y cinco mil.<br />

–Si usted lo dice.<br />

–Ésa es la cantidad que le ofrecemos para saldar el asunto inmediatamente. ¡Ciento setenta y cinco mil! Y dejamos de tomar<br />

declaraciones. Puedo hacerle llegar un cheque en menos de siete días.<br />

–No lo creo.<br />

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