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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Lo abandono unos momentos para dirigirme a mi mesa en busca de unos documentos. Es la ficha de reclamación de los Black<br />

y se la entrego a Lufkin. La examina lentamente, repasa su contenido y luego afirma que parece. completa. Me aseguro de que<br />

prometa que está completa y no falta nada.<br />

Para satisfacer al jurado le formulo una serie de preguntas rutinarias, con repuestas igualmente rutinarias, destinadas a facilitar<br />

una explicación básica sobre cómo se supone que debe tratarse una reclamación. Evidentemente, en nuestra hipótesis, Great<br />

Benefit actúa con absoluta corrección.<br />

Luego llegamos a la parte escabrosa. Le hago leer ante el micrófono y para que quede constancia de ello cada una de las siete<br />

cartas de denegación. ¿Quién las escribió? ¿Por qué? ¿Se siguieron las directrices del manual de reclamaciones? ¿Qué sección<br />

del manual? ¿Vio él personalmente la carta?<br />

Le hago leer también todas las cartas de Dot. Suplican ayuda. Su hijo está muriéndose. ¿Hay alguien que la escuche? Le<br />

interrogo sobre cada una de ellas. ¿Quién la recibió? ¿Qué se hizo con ella? ¿Qué indica el manual? ¿La vio él personalmente?<br />

El jurado parece ansioso por llegar a la «estúpida carta» pero, evidentemente, Lufkin está preparado. La lee al jurado y luego<br />

explica en un tono seco y completamente desprovisto de compasión que la escribió un individuo que luego abandonó la<br />

compañía. Fue un error por parte de quien la escribió, por parte de la compañía, y ahora, en este momento, ante el público de la<br />

sala, la compañía se disculpa por dicha carta.<br />

Dejo que se explaye. Si le doy bastante cuerda acabará por ahorcarse así mismo.<br />

–¿No le parece un poco tarde para disculparse? –pregunto por fin.<br />

–Tal vez.<br />

–El muchacho está muerto, ¿no es cierto? –Sí.<br />

–Y para que conste en acta, señor Lufkin, ¿es cierto que no se han disculpado ustedes por escrito?<br />

–Así es, que yo sepa.<br />

–Ninguna disculpa hasta este momento, ¿no es cierto? –Es cierto.<br />

–Que usted sepa, señor Lufkin, ¿se ha disculpado Great Benefit alguna vez por algo?<br />

–Protesto –exclama Drummond.<br />

–Se acepta la protesta. Prosiga, señor Baylor.<br />

Hace casi dos horas que Lufkin está en el estrado. Puede que el jurado esté harto de él. Yo ciertamente lo estoy. Ha llegado el<br />

momento de ser cruel.<br />

He dado deliberadamente mucha importancia al manual de reclamaciones, como pronunciamiento inviolable de la política de la<br />

empresa. Le entrego a Lufkin el ejemplar del manual, que recibí durante la instrucción del caso. Le formulo una serie de<br />

preguntas que contesta a la perfección y establece que sí, efectivamente, éste es el libro que contiene la palabra sagrada sobre<br />

los procedimientos de reclamación. Ha sido probado,– experimentado y verificado. Se revisa periódicamente, se modifica,<br />

actualiza y corrige con el paso del tiempo, con el propósito de facilitar el mejor servicio posible a sus clientes.<br />

Cuando llegamos a un punto casi de hastío sobre el maldito manual le pregunto:<br />

–Dígame, señor Lufkin, el ejemplar que tiene en las manos,<br />

¿es una copia completa del manual de reclamaciones?<br />

Lo hojea con rapidez, como si lo conociera al dedillo, sección<br />

por sección y palabra por palabra. –Sí –responde.<br />

–¿Está usted seguro? –Sí.<br />

–¿Y es éste el ejemplar que se le pidió que me entregaran durante la instrucción del caso?<br />

–Efectivamente.<br />

–Solicité un ejemplar a sus abogados y éste fue el que me entregaron, ¿no es cierto?<br />

–Sí.<br />

–¿Seleccionó usted este ejemplar para que me lo entregaran?<br />

–Sí.<br />

Respiro hondo y me acerco a mi mesa. Debajo de la misma hay una pequeña caja de cartón, llena de fichas y papeles. Después<br />

de hurgar unos momentos en la misma me incorporo con las manos vacías y me dirijo al testigo.<br />

–¿Le importaría abrir el manual y dirigirse a la sección «u», por favor?<br />

Al pronunciar la última palabra miro directamente a Jack Underhall, el abogado de la compañía que está sentado detrás de<br />

Drummond. Tiene los ojos cerrados. Deja caer la cabeza y se apoya sobre los codos, con la mirada fija en el suelo. Junto a él,<br />

Kermit Aldy parece que se asfixia.<br />

Drummond no sabe qué sucede.<br />

–¿Cómo dice? –pregunta Lufkin, en un tono por encima de lo normal.<br />

A la vista de todo el mundo, saco la copia del manual que me entregó Cooper Jackson y la coloco sobre mi mesa. Todo el<br />

mundo en la sala la mira fijamente. Miro fugazmente a Kipler, que está divirtiéndose de lo lindo.<br />

–La sección «u», señor Lufkin. Abra el manual y encuéntrela. Quiero hablar de ella.<br />

Abre el manual y vuelve a hojearlo. En este preciso momento estoy seguro de que vendería a sus hijos para que de algún modo<br />

se produjera un milagro y se materializara la sección «u».<br />

Pero no ocurre.<br />

–No hay ninguna sección «u» –responde con tristeza, casi incoherentemente.<br />

–Le importaría repetirlo –digo levantando la voz–. No lo he oído.<br />

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