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117<br />
pámpanos. No puede haber ningún verdadero fruto en sus vidas excepto en tanto que permanezcan en<br />
Él.<br />
Tú lees esto y me dices: ¡Wow! ¡Que descubrimiento sensacional ha hecho este hermano!<br />
¡Acaba de decir que debemos permanecer en Jesús! ¡Que profundidad! ¿Cómo se le ocurre? ¿No es<br />
esto <strong>el</strong> ABC d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io? ¿Este hermano creerá que sus lectores somos infradotados?<br />
No, amado hermano; no amada hermana. No creo eso. Ni Dios permita que lo pensara, siquiera.<br />
Sólo lo escribí <strong>para</strong> que no se te olvide. Porque lamentablemente, y en esto coincidirás conmigo,<br />
seguramente, hay muchísimos lugares denominados iglesias, que funcionan sin tener a Jesucristo como<br />
cabeza principal de su sistema.<br />
Lo han reemplazado por doctrinas denominacionales, juntas consultivas, presbiterios teológicos<br />
o, lo peor, figuras humanas carismáticas y atractivas <strong>para</strong> la gente. Entonces volveré a decirte que, si en<br />
donde tú te congregas, la cabeza directiva real no es Cristo, tú no estás en la iglesia, tú estás en<br />
Babilonia. Y, de hecho, ni cerca andas de entrar al Reino de los Ci<strong>el</strong>os.<br />
¡Estimado señor Martínez! ¿Cómo se permite dejarme entrever que puedo no ser salvo? ¿Cómo<br />
puede caer en tamaña bajeza? – Un momento. ¿Quién te dijo a ti que estoy hablando de tu salvación?<br />
Sólo mencioné al Reino. Ahora; si a ti te enseñaron que son una misma cosa, ese es tu problema. El<br />
mío terminó cuando empecé a leer mi Biblia con la guía d<strong>el</strong> Espíritu Santo y no con <strong>el</strong> manual de una<br />
denominación evangélica.<br />
(Mateo 20: 1) = Porque <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os es semejante a un hombre, padre de familia,<br />
que salió por la mañana a contratar obreros <strong>para</strong> su viña.<br />
<strong>La</strong> parábola de los obreros de la viña, en su conjunto, tiene su origen en la actitud que<br />
manifiestan los discípulos ante <strong>el</strong> servicio y las recompensas. Aunque se recibirán las recompensas,<br />
porque así está escrito y yo lo creo, Jesús rechaza <strong>el</strong> deseo de servir por obtener recompensa en lugar<br />
de hacerlo por amor.<br />
Tú ya sabes que cosa es la viña, así que muy poco costará que te imagines quienes son esos<br />
obreros que <strong>el</strong> padre de familia sale a contratar. <strong>La</strong> idea es que sepas concretamente si aceptarás las<br />
cláusulas de ese contrato o <strong>el</strong>egirás, como tantos, procurar <strong>el</strong>aborar uno a tu gusto y conveniencia. En <strong>el</strong><br />
mismo capítulo, más ad<strong>el</strong>ante, hay una ampliatoria r<strong>el</strong>ativa al servicio.<br />
(Verso 20) = Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos,<br />
postrándose ante él y pidiéndole algo.<br />
(21) Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos<br />
míos, <strong>el</strong> uno a tu derecha, y <strong>el</strong> otro a tu izquierda.<br />
Trabajé durante un tiempo en un departamento de r<strong>el</strong>aciones públicas de una gran empresa<br />
siderúrgica. Si bien pertenecía específicamente al área de prensa, por mi profesión, igualmente tuve<br />
ocasión de participar de la organización de muchos actos oficiales, que eran por entonces solemnes<br />
ceremonias regidas por un puntilloso protocolo.<br />
No voy a detallarte todo lo que en esa época aprendí respecto a las reglas protocolares. Sólo voy<br />
a mencionarte una que tiene que ver con este pasaje. En una mesa de banquete o una platea de<br />
asistencia a una ceremonia, la persona más importante se acomoda exactamente en <strong>el</strong> centro de la<br />
escena. A su derecha se ubica quien le sigue en importancia y a su izquierda, quien sigue al anterior.<br />
Esto era lo que pretendía la madre de los hijos de Zebedeo.