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Porque, créeme, esto no es poca cosa. ¿Cuántas personas supones que se involucran con
diferentes comunidades cristianas, pero nunca terminan de salirse de los mandatos y los cánones de la
cultura bajo la cual han nacido? Si te digo que una enorme mayoría, creo no equivocarme ni exagerar.
Piensa en algunos gestos, modismos y conceptos de algunos pastores y vas a ver el resultado
de sus culturas formativas. Católicos romanos vestidos de evangélicos. ¿Y eso es malo? No dije que lo
fuera, digo que no es lo normal. Y ni hablar de infalibilidades papales protestantes. “¡Si lo dijo el pastor,
nadie lo discute!” ¿Ah, sí? ¿Y alguien me puede decir por qué razón bíblica?
Es momento de reiterar un concepto que me has leído u oído expresar decenas, centenares,
miles de veces: No todo aquel que asiste a una iglesia cristiana, ha nacido de nuevo. Dicho de otro
modo: no todo lo que se mueve y respira adentro de un templo, es necesariamente “hermano”. Si llegas
a tratar de “hermano” a un demonio, él te agarra a querer y no se va nunca más de allí…
¿Por qué crees que digo esto? Simple; por lo que puede verse. Son personas que han creído fiel
y sinceramente que Jesús es el Señor, pero que hasta allí eso no lo diferencia absolutamente en nada
con otra divinidad sobrenatural.
No me discutas; fui maestro de escuela bíblica dominical y soporté “debates” donde muchos
“hermanos” creían ver similitudes entre Cristo y Buda, Mahoma, etc.etc. Eran aquellas mañanas de
domingo donde hubiera preferido irme al río a pescar…
Creer eso y creer en un demonio, podrían ser la misma cosa. La prueba contundente de ello, es
que sus comportamientos siguen siendo del mismo estilo que el del resto de las personas que no creen
en lo que ellos creen.
Siguen mostrando la marca indeleble de sus culturas terrenales. ¿No has conocido últimamente
a personas así en tu iglesia? No los ataques, no los critiques; sólo procura no imitarlos. Lo único que el
creyente genuino debe evitar, es el debate. No está aquí para “convencer” a nadie de nada.
Por favor, antes de seguir adelante, trata de ponerte una mano en el corazón y decirme con total
honestidad: ¿De verdad en algún momento pudiste creer que el evangelio de Jesucristo transcurrió
como lo hizo, para que un par de ancianos jubilados aburridos lo pongan sobre una mesa de debate?
Todos hemos visto a auténticos creyentes renunciar a sus culturas naturales y tomar decisiones
de Reino que se contraponían directamente contra aquellas. Todos hemos sido testigo de cómo han
sido rechazados, aborrecidos, marginados e injuriados por gente a la que alguien engañó y pretenden
hacerse llamar cristianos sin modificar sus culturas.
No se necesita demasiada perspicacia para observar lo que las marcas culturales hacen en un
pseudo cristiano cuando no es llevado a la verdad, esto es: la cultura del Reino. De allí que podamos
declarar sin dudarlo en lo más mínimo: serás de Cristo cuando tu comportamiento evidencie las
marcas de SU cultura.
Es aquí donde muchos se preguntan: ¿Cuál será, entonces, la verdadera cultura de Cristo, la
cultura del Reino? ¿En que se diferencia con lo que habitualmente vemos en nuestros ambientes? A
esto último no te lo puedo responder yo. No sólo sería aventurado sino casi irreverente de mi parte
arrogarme tamaña autoridad.
Lo que sí puedo decirte es que, partiendo de lo que la propia Palabra de Dios revela al respecto,
prosiguiendo con lo que el Espíritu Santo conforma en los hechos, la cultura del Reino, que es Cristo
mismo, es una cultura de Amor, Perdón, Humildad, Quebranto, Siembra y Paz. Y no es lo único,
aunque sea lo más visible.