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Nos encontramos seguidamente con un libro profético por excelencia: el del profeta Daniel. En él
hay mención a la palabra reino en muchísimas ocasiones, pero en una gran mayoría de ellas
relacionadas con Nabucodonosor, los caldeos, los persas, algunos reyes desconocidos y otros de origen
terrenal. Cuatro textos, sin embargo, nos hablan de otra cosa y a ellos queremos ir para examinarlos
debidamente como introducción necesaria a nuestro posterior trabajo.
(Daniel 2: 43) = Así como viste el hierro mezclado con barro, (Esto es: fortaleza profesional
mezclada con carnalidad decadente), se mezclarán por medio de alianzas humanas; (Está hablando
de los gobernantes de la tierra, a los que por razones de época, llama “reyes”.) pero no se unirán el
uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.
(44) Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás
destruido, (Ningún reino humano podría asegurar no ser destruido jamás), ni será el reino dejado a
otro pueblo; (Este reino pertenece exclusivamente al pueblo de Dios), desmenuzará y consumirá a
todos estos reinos, (¡Se puede! Aunque en lo natural parezca imposible, ¡Se puede!), pero él
permanecerá para siempre, (45) de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra,
(Cristo, la Roca), no con mano, la cual desmenuzó el hierro, (El profesionalismo religioso), el bronce,
(El sufrimiento humano), el barro, (La corrupción carnal), la plata (Las riquezas mundanas) y el oro (El
poderío nobiliario). El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el
sueño es verdadero, y fiel su interpretación.
Esta es, indudablemente, una palabra profética relacionada con un reino que hoy por hoy dista
mucho de ser presentado y enseñado en los lugares donde se supone que debería conocérselo
largamente. Un reino que llega a ser reconocido, pese a su ceguera espiritual, por incrédulos, impíos y
pecadores históricos.
(Daniel 4: 1) = Nabucodonosor rey, (De Babilonia, estructura religiosa contemporánea), a
todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: paz os sea multiplicada. (Así
funciona esto: los fabricantes de la guerra y la muerte, hablan de paz como si ellos fueran los grandes
gestores de ella. Pero además, también hablan de un Dios al que ni siquiera conocen, no creen y
desobedecen. Y en muchos lugares, son los líderes de las religiones que la gente sigue ciegamente,
confiando inocentemente que ellas los llevan al cielo.)
(2) Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho
conmigo. (¡Sí, hermano! Ya lo sabes porque lo has visto con tus propios ojos y oído con tus propios
oídos: ¡Babilonia cuenta hermosos testimonios!)
(3) ¡Cuan grandes son sus señales, y cuan potentes sus maravillas! (¿Miente Babilonia? En
absoluto. Es una de sus estrategias preferidas: partir desde una verdad y tergiversarla luego, sutilmente,
en mentira, para que sea creída en forma conjunta.) Su reino, reino sempiterno, y su señorío de
generación en generación. (¿Alguien puede discutirle a Babilonia la calidad cristo céntrica de sus
mensajes? Nadie. Sin embargo, recuerda: el árbol siempre se conoce por su fruto…)
Ya lo tienes. Babilonia es muy capaz, (Y de hecho lo sigue haciendo sin impedimentos), de
simular honrar al mismo Dios que tú honras. Con una diferencia: tú crees y obedeces a ese Dios,
mientras que ellos usan su nombre en propio beneficio. Y además lo alaban de maneras rutilantes y casi
lindando con lo espectacular.
(Daniel 4: 34) = Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé los ojos al cielo, y mi razón
me fue devuelta, y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio
es sempiterno, y su reino por todas las edades.