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Creo que ahora lo tienes más que claro: <strong>el</strong> Reino al que tu representas, que es <strong>el</strong> Reino de los<br />
Ci<strong>el</strong>os, ese que debe ser la base central de tu predicación d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io, es un Reino imbatible y puesto<br />
<strong>para</strong> consumir y desmenuzar a cualquier otro reino que se le oponga. Si eso no se produce, no estás<br />
predicando ni representando al Reino de los Ci<strong>el</strong>os.<br />
En Marcos no se menciona al Reino, pero dice que Juan <strong>el</strong> Bautista predicaba enfatizando que<br />
quien venía detrás de él era uno más poderoso, y que ese no bautizaría con agua como lo estaba<br />
haciendo él, sino con Espíritu Santo y fuego.<br />
Ya; no me digas nada; conozco a muchos que dicen haber sido bautizados con <strong>el</strong> Espíritu<br />
Santo, pero no demasiados que aseguren que han sido bautizados también en fuego. ¿Te lo han<br />
enseñado alguna vez? ¡Oh, r<strong>el</strong>igión evangélica!<br />
En Lucas, la predicación de Juan está referida esencialmente al arrepentimiento, y que no<br />
interesaba demasiado si eran consideraos hijos de Abraham, ya que hasta las piedras podían serlo, sino<br />
que se arrepintieran e hicieran frutos dignos de ese arrepentimiento.<br />
Este pasaje breve y casi inadvertido <strong>para</strong> la mayoría de los lectores de la Biblia, nos deja una<br />
especie de llave, de puerta indispensable de ingreso <strong>para</strong> <strong>el</strong> Reino. Una manera de expresar en una<br />
simple frase que Sin Arrepentimiento es imposible acceder al Reino que llega.<br />
030 - Predicar, Enseñar, Sanar y Liberar<br />
Hay en <strong>el</strong> capítulo 4 y verso 8 una mención de reino, pero no es r<strong>el</strong>acionada con <strong>el</strong> de Dios, sino<br />
con los terrenales. Es cuando <strong>el</strong> diablo tienta a Jesús mostrándole esos reinos y consignándole que se<br />
los dará si postrado lo adorare. Obviamente que Jesús rechaza esa demanda y declara que sólo al<br />
Señor nuestro Dios debemos adorar.<br />
Cuando Jesús regresa de esos cuarenta días donde fue tentado en todo por Satanás, que<br />
albergaba la ambición de sacarlo de su ministerio y llevarlo a su terreno, cosa que hoy todavía sigue<br />
haciendo con tantos y tantos ministros, y donde tantos también sucumben a esa sensualidad, y caen<br />
perdiendo sus prestigios y sus ubicaciones terrenales y espirituales, comienza su trabajo.<br />
¿Y como lo hace? Predicando. Pero claro está que, a favor de todos los problemas que hoy<br />
tenemos, la pregunta, entonces, <strong>para</strong> toda la iglesia, es: ¿Qué predicaba Jesús? <strong>La</strong> propia Biblia desde<br />
este sector de los evang<strong>el</strong>ios lo responde.<br />
(Mateo 4: 17) = Desde entonces, (Desde que retornara d<strong>el</strong> desierto), comenzó Jesús a<br />
predicar, y a decir: Arrepentíos, porque <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os se ha acercado.<br />
<strong>La</strong> frase se ha acercado, significa “ha venido”, o “ha llegado”, o “está aquí”, y sugiere la<br />
inauguración d<strong>el</strong> Reino de Dios, que aún espera su consumación. Entonces te queda más que claro:<br />
cuando alguien te quiera enseñar que <strong>el</strong> Reino es <strong>el</strong> lugar adonde vas a ir a tocar la lira o <strong>el</strong> arpa<br />
sentado en una nube con un camisón blanco y cara de “yo no fui”, dile de mi parte que no te mienta, que<br />
lea la Biblia y te enseñe lo que la Palabra dice al respecto.<br />
Que <strong>el</strong> Reino no es un sitio al que vamos a ir, sino un estado, una jurisdicción, un ámbito que<br />
está llegando y espera por nuestra decisión de ingresar. Una decisión que necesariamente deberá<br />
contar con un arrepentimiento previo <strong>para</strong> que sea efectiva.