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A Manera de Epílogo
Ya está. Hasta hoy, lo que tenía para decir respecto al Reino de los Cielos, lo has leído.
Apenas voy a entregarte, en este cierre, algunas consideraciones rápidas para que las incluyas en tus
propios estudios. No es un cronograma que te hará aprobar la materia, sólo un añadido para re-pensar
tu vida.
Sólo son consideraciones realizadas en un estilo muy similar al que tú mismo, o tú misma
podrías hacer luego de leer todo esto. Estoy convencido que a cada lector este trabajo le dejará algo
diferente. Lo bueno será que, si eso diferente sirve para extender el Reino de Dios, el cometido esencial
habrá quedado más que cumplido.
De ninguna manera este trabajo apunta a crear o consolidar una nueva doctrina sobre el Reino.
Sólo ha sido un aporte más que, -espero-, te lleve a salir de tus rutinas eclesiásticas y tomar conciencia
que el Reino es algo que, en una gran cantidad de casos, se encuentra bastante lejos de esas rutinas.
Aseverar o dar a entender que esto es lo último, lo final o lo definitivo sobre el tema, sería incurrir
en un gravísimo error doctrinal en el que ya han caído demasiados ministros. Porque si el Espíritu Santo
todavía está allí, guiándonos a toda verdad, es indudable que es porque todavía no hemos arribado a
toda esa verdad.
Lo único que pretendo, con el perfil más bajo que encuentre y con la máxima humildad de la que
sea capaz, es compartir contigo todo lo que yo encontré en la Biblia sobre el Reino. Que no significa que
sea lo único ni todo. Y añadirle ahora en el final, lo que a mí me produjeron algunos de sus conceptos.
Lo haré de modo confrontativo porque estoy en la certeza que lo mejor que puedo hacer por tu
vida cristiana es acompañarte a pararte frente al espejo de Dios y ver reflejado tu estado real y no ese
que solemos mostrar los días domingos en los templos.
Por ejemplo; si eres alguien cargado de desobediencias manifiestas, de esas que tú sabes muy
bien que lo son aunque encuentres brillantes justificaciones públicas, es tiempo de cambiar. Si no te
arrepientes, pides el perdón correspondiente y lo obtienes, no entras al Reino.
Y como podrás suponer porque ya me conoces lo suficiente y te has embarcado en lecturas
diversas de mis trabajos, no estoy hablando de desobediencia a hombres. Esta puede ser motivo de
exhortación o no, pero la que realmente interesa como llave de ingreso, es la que tiene que ver con
nuestro Señor.
Porque tú y yo podemos armar excelentes estudios o discursos sobre el Reino de Dios,
publicarlo en alguna buena revista cristiana y aguardar que las iglesias nos inviten a congresos o
seminarios y nos ayuden a sobrevivir con sus generosas ofrendas. Funcionará. En la práctica,
funcionará.