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226<br />
No todo lo que se mueve y respira en un templo, es tu hermano, no lo dudes. También su<strong>el</strong>e<br />
haber demonios allí. Y no es conveniente llamar hermano a un demonio. Prueba hacerlo y verás como<br />
se siente de maravillas y se queda a vivir de manera permanente allí.<br />
(23) Por tanto, si traes ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo<br />
contra ti; (24) deja allí tu ofrenda d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> altar, y anda, reconcíliate con tu hermano, y<br />
entonces ven y presenta tu ofrenda.<br />
Casi podríamos <strong>el</strong>aborar un extenso estudio sólo con este verso, pero voy a conformarme en<br />
razón de espacios y tiempos, y porque este trabajo apunta en otra dirección, con una sola conclusión<br />
que deberás tener muy en cuenta: si traes una ofrenda, la llevas al altar. <strong>La</strong> iglesia genuina no pide<br />
ofrenda, porque nadie le ha solicitado que lo haga, ni tampoco la levanta porque no está caída.<br />
Entonces tú que eres miembro de una de las grandotonas y <strong>el</strong>egantes lees esto y piensas: ¿Y si<br />
quien trae la ofrenda no la lleva al altar y, si nadie se la pide, retorna a su casa con <strong>el</strong>la? Entonces esa<br />
persona no es iglesia, es visita.<br />
Fuera de todas estas añadiduras, ahora ya lo sabes. Si <strong>el</strong> domingo piensas llevar tu ofrenda al<br />
altar de tu iglesia, piensa si no estás enojado con algunos de los hermanos ciertos, genuinos y<br />
verdaderos. Si descubres que es así, ve y arregla tu problema antes de ofrendar.<br />
(25) Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entretanto que estás con él en <strong>el</strong> camino,<br />
no sea que <strong>el</strong> adversario te entregue al juez, y <strong>el</strong> juez al alguacil, y seas echado en la cárc<strong>el</strong>.<br />
(26) De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues <strong>el</strong> último cuadrante.<br />
Pese a estar adherido al anterior, este verso nos está hablando de una deuda, no de una<br />
ofrenda. Una deuda que no necesariamente tiene que ser de algo material o de dinero. Bien podría ser<br />
una deuda de gratitud o de perdón. En <strong>el</strong> cuerpo de Cristo no puede ni debe haber un hueco inmoral por<br />
donde <strong>el</strong> enemigo logre filtrar sus dardos malignos.<br />
107 – Ni los Adúlteros ni los Fornicarios<br />
Ahora va a comenzar, por si no te has dado cuenta, una serie de com<strong>para</strong>ciones entre lo que es<br />
justicia legal y la justicia d<strong>el</strong> Reino. Es clásico <strong>el</strong> “Oíste que fue dicho, pero yo te digo”. <strong>La</strong> ley, por<br />
ejemplo, condena <strong>el</strong> homicidio, pero Cristo enseña que en <strong>el</strong> Reino, <strong>el</strong> enojo y <strong>el</strong> desprecio <strong>para</strong> con <strong>el</strong><br />
hermano, es homicidio.<br />
Cristo juzga <strong>el</strong> interior, las intenciones, pues de allí surgen los malos actos. Pero no queda allí,<br />
sino que profundiza aún más: usando un acto d<strong>el</strong> antiguo culto (En <strong>el</strong> actual ya no se puede hablar de<br />
altar porque ya no hay ningún sacrificio que hacer, y altar significa, precisamente, “lugar de sacrificio”),<br />
dice que <strong>el</strong> hermano, tenga razón o no, tiene algo en contra de uno, debemos arreglar primero la<br />
r<strong>el</strong>ación con él y luego dar culto a Dios.<br />
<strong>La</strong> cruz nos enseña algo vital, la r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> cristiano debe ser perfecta, tanto vertical (Con Dios)<br />
como horizontalmente (Con <strong>el</strong> hermano). No se puede estar bien con <strong>el</strong> Señor y mal con <strong>el</strong> hermano. El<br />
odio en <strong>el</strong> corazón destruye la adoración. El enojo no debe existir y menos durar convirtiéndose en un<br />
sordo rencor.<br />
(Verso 27)= Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio.