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245<br />

Si yo hago una mezcla con lo que me dijeron en mi casa paterna, (Especialmente madre, abu<strong>el</strong>a<br />

y tías maternas), lo que luego “aprendí” en las clases de catequesis previas a una comunión católica,<br />

(Ingestión de ostia), lo que le oí a muchos fastidiados con curas y obispos y lo que luego escuché de<br />

pastores pentecostales, bautistas, hermanos libres, nazarenos, metodistas y etc.etc., lo más probable es<br />

que yo no sepa a ciencia cierta quien es Dios en realidad.<br />

Esa es, en todo caso, mi cultura. Tiene que ver con mi historia, tiene que ver con la ubicación<br />

geográfica donde vivo, tiene que ver con <strong>el</strong> país donde nací. Tiene que ver, incluso, con toda mi historia<br />

personal, la serie de pedidos, respuestas y silencios divinos, ya sea a mi favor o en mi contra.<br />

Para la venerable y rígida anciana que concurre a la misa todas las mañanas, Dios es un hombre<br />

muy estricto que, por poco, está esperando un error de tu parte <strong>para</strong> darte por la cabeza con una paleta<br />

cazamoscas. Feo y malo, como esas ancianas de dudosas f<strong>el</strong>icidades matrimoniales, su<strong>el</strong>en ver a Dios.<br />

Porque suponen que Dios es hombre, y a <strong>el</strong>las con los suyos no les fue d<strong>el</strong> todo bien.<br />

Para su esposo, un anciano muy simpático, medio mujeriego y borrachín, Dios es un viejito de<br />

barba y cab<strong>el</strong>los blancos que entiende, permite y contempla todo con mucho humor. Lo llama “<strong>el</strong> barba”<br />

y le adjudica asuntos en los que, en modo alguno, Dios podría estar involucrado. Él lo ve así. Morirá con<br />

<strong>el</strong>lo. ¿Y después? Ya lo sabes; después será otra la historia…<br />

El caso es que, cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador y lo convertimos de verdad en<br />

Señor de nuestras vidas, conjuntamente con ese caudal de actitudes y acciones, también aceptamos<br />

pasar a formar parte d<strong>el</strong> Reino de Dios. Muy bien; allí debemos asumir que accedemos a otra cultura.<br />

Esto significa que yo soy argentino por documento de identidad, nacido en la República<br />

Argentina y ese es mi país. Un país al que amo profundamente, con todos sus defectos (que son miles)<br />

y sus pocas virtudes, pero al cual no puedo ni debo, como creyente, estar culturalmente atado.<br />

Porque, entre otras cuestiones conocidas, los argentinos tenemos, como personas, una bien<br />

ganada fama de soberbios, vanidosos y agrandados. Lo sé, lo acepto y coincido en <strong>el</strong>lo. Pero, como hijo<br />

d<strong>el</strong> Dios Altísimo y miembro d<strong>el</strong> Reino de los Ci<strong>el</strong>os, yo no soy ni seré soberbio, vanidoso ni agrandado.<br />

Seré humilde, sobrio y medido.<br />

118 – El Otro Nacimiento<br />

<strong>La</strong> r<strong>el</strong>igión demanda que sus seguidores se sometan a mandamientos y reglas a fin de poder ser<br />

aceptados por Dios. <strong>La</strong> realidad concreta nos indica que no es Dios quien va a aceptarlos, sino <strong>el</strong>los<br />

mismos. No puedes ni debes discutírs<strong>el</strong>o, es tu decisión entrar allí o quedarte afuera.<br />

Jesús redujo todas las obligaciones r<strong>el</strong>igiosas de los hombres a una sola: <strong>el</strong> Amor. Sin embargo,<br />

la reb<strong>el</strong>día natural d<strong>el</strong> hombre rehúsa amar a alguien fuera de sí mismo, y es esta naturaleza, <strong>el</strong> origen<br />

de todos los temores d<strong>el</strong> hombre.<br />

Lo único que dice la Biblia respecto a las condiciones de ingreso al Reino, a partir de lo que<br />

Jesús le consigna a Nicodemo, es que debemos nacer de nuevo. ¿Y eso que significa? Significa que<br />

<strong>para</strong> acceder a la cultura d<strong>el</strong> Reino, debe pasar por un proceso de reeducación.<br />

Debemos romper con antiguas estructuras pensantes producto de nuestra cultura geográfica y<br />

reemplazarlas con la cultura d<strong>el</strong> Reino. ¿Fácil? ¡Que va a ser fácil! Pero quien te diga que algo r<strong>el</strong>ativo al<br />

evang<strong>el</strong>io de Jesucristo es fácil, te está “vendiendo” un evang<strong>el</strong>io que no es <strong>el</strong> de la cruz.

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