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147<br />
(28) Y <strong>el</strong> varón le dijo: no se dirá más tu nombre Jacob, sino Isra<strong>el</strong>; (El que lucha con Dios, o<br />
Dios lucha) porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.<br />
(29) Entonces Jacob le preguntó, y dijo: declárame ahora tu nombre. Y <strong>el</strong> varón respondió:<br />
¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.<br />
Y llamó Jacob <strong>el</strong> nombre de aqu<strong>el</strong> lugar, Peni<strong>el</strong> (El rostro de Dios) porque dijo: vi a Dios<br />
cara a cara, y fue librada mi alma.<br />
Este pasaje, que a muchos les parece muy irreal, ya que se imaginan que nadie puede luchar en<br />
contra de Dios y vencerlo, en realidad encierra un principio espiritual que va mucho más allá d<strong>el</strong> hecho<br />
literal r<strong>el</strong>atado.<br />
No es <strong>el</strong> tema investigar, por ejemplo, si este varón en contra d<strong>el</strong> cual luchó Jacob era un áng<strong>el</strong>,<br />
como una gran mayoría de comentaristas prefieren determinar, o si era Cristo (El Ang<strong>el</strong> de Jehová), o si<br />
era Dios mismo.<br />
El principio radica en que Jacob, consciente de que traía una línea familiar negativa, de hombres<br />
débiles que dejaban las grandes decisiones en manos de sus mujeres, decidió luchar en contra de eso<br />
y, ya fuere a través de un áng<strong>el</strong> o como fuere.<br />
Dios le permitió esa lucha porque la misma, más allá de un resultado aparente, servía <strong>para</strong><br />
fortalecer <strong>el</strong> espíritu guerrero que Dios quería y necesitaba ver en Jacob <strong>para</strong> nominarlo Isra<strong>el</strong>, nada<br />
menos. Es <strong>el</strong> mismo principio básico por <strong>el</strong> cual Dios, a veces, permite que pases ciertas pruebas.<br />
De ese modo Jacob pudo cortar, romper la línea y colocarse en una posición que, en definitiva,<br />
es la que Dios había planificado <strong>para</strong> <strong>el</strong> hombre. Por eso Jacob y no otro fue llamado Isra<strong>el</strong>. Porque no<br />
son pocos los que olvidan que Isra<strong>el</strong> no es un nombre, sino un apodo.<br />
Un auténtico hijo de Dios, o hijo d<strong>el</strong> rey si lo prefieres, tiene todos los <strong>el</strong>ementos legales <strong>para</strong><br />
hacer valer sus derechos y de ese modo salir d<strong>el</strong> estado de siervos y colocarse en <strong>el</strong> de hijos, único<br />
modo de acceder a la herencia. Y sin falsas modestias, sólo con genuina humildad.<br />
060 - Con los Ojos de Marcos<br />
Dice la historia que aunque <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de Marcos es anónimo, desde muy temprano en la<br />
historia de la iglesia se consideró que su autor era Juan Marcos, un cercano colaborador de Pedro y<br />
compañero de Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero.<br />
<strong>La</strong> referencia más antigua sobre la autoría de Marcos proviene de Papías, obispo de la iglesia de<br />
Hierápolis, (alrededor de los años 135 y 140 d.C.), cuyo testimonio está preservado en la Historia<br />
eclesiástica de Eusebio.<br />
Papías describe a Marcos como “<strong>el</strong> intérprete de Pedro”. A pesar de que la iglesia primitiva era<br />
muy cuidadosa al sostener la autoría apostólica de los evang<strong>el</strong>ios, los padres de la iglesia atribuían<br />
firmemente este evang<strong>el</strong>io a Marcos, quien no era un apóstol.<br />
Este hecho es una confirmación indirecta adicional de la convicción de la iglesia. Los padres de<br />
la iglesia afirman que <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de Marcos fue escrito después de la muerte de Pedro, ocurrida<br />
durante las persecuciones desatadas por <strong>el</strong> emperador Nerón. Todo esto como introducción <strong>para</strong> <strong>el</strong><br />
examen de lo que con r<strong>el</strong>ación al Reino, hay escrito en este libro.