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212<br />

Nº 3: Son bienaventurados los que guardan (Protegen cuidan, cumplen) las cosas escritas en<br />

este libro. Si no se te permite que lo leas, si no se te enseña o se te predica porque aún eres muy nuevo,<br />

(Aunque lleves veinte años en la iglesia); ¿Cómo harás <strong>para</strong> cumplirlas? Incitación e invitación a la<br />

desobediencia. ¡Eh! ¿Para quién están jugando? No me respondas. Yo pensé lo mismo. En ese<br />

contexto, Juan, comienza su r<strong>el</strong>ato y menciona al Reino.<br />

(Apocalipsis 1: 9) = Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en<br />

<strong>el</strong> reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra<br />

de Dios y <strong>el</strong> testimonio de Jesucristo.<br />

Juan comparte con los que serán sus lectores, la experiencia de tribulación, o persecución por<br />

causa de la fe, con tranquila paciencia, con <strong>el</strong> ánimo dispuesto bajo <strong>el</strong> injusto sufrimiento. No obstante,<br />

pasar por las pruebas a que está sometida la vida cristiana es la gloria d<strong>el</strong> Reino.<br />

Juan está en <strong>el</strong> exilio de Patmos, una pequeña isla de dieciséis kilómetros de longitud por nueve<br />

de ancho, localizada a noventa y seis kilómetros al sudoeste de Efeso, en <strong>el</strong> mar Egeo. Volcánica y casi<br />

despoblada, los romanos la usaban como colonia penal, forzando a los prisioneros a trabajar en las<br />

canteras de granito. El destierro de Juan se debió a su fi<strong>el</strong> testimonio d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io.<br />

Eso es lo meramente informativo. En lo conceptual, resulta llamativo que un hombre que ha sido<br />

injustamente sancionado por la r<strong>el</strong>igión estructural por hacer lo que debía hacer, expresa que eso le<br />

sucede como tribulación ordinaria dentro d<strong>el</strong> Reino y <strong>el</strong> testimonio de Jesucristo.<br />

Juan, lo que señala, es que la vida d<strong>el</strong> Reino de Dios no es ni será jamás un lecho de pétalos de<br />

rosas. No tiene que ser necesariamente de alto sufrimiento, ya que en ese caso se convertiría en<br />

masoquismo o estoicismo, pero sí de continua batalla y opresión satánica por causa de estar hablando<br />

la verdad. En este tiempo, hay cientos, o miles, que están soportando exilios urbanos por la misma<br />

causa.<br />

Son aqu<strong>el</strong>los que, en lugar de estar cristalizándose en sus doctrinas estáticas y vacías dentro de<br />

los templos, han debido salirse de <strong>el</strong>los, de las estructuras nominales, <strong>para</strong> rendir cultos casi familiares<br />

al Dios de todo poder, por fuera de las rutinas evangélicas tradicionales.<br />

Son los mismos que, cuando deben responder a la clásica pregunta de: “¿Adonde te<br />

congregas?”, no saben muy bien que decir, lo que lleva inexorablemente al interlocutor a expresar esa<br />

sentencia que tanta gente ha ejecutado: “Si no te congregas, no puedes estar sirviendo a Dios”.<br />

¡Y parece una conclusión más que coherente! Y muchos, que todavía no saben ni tienen en claro<br />

por qué están afuera y no adentro, no encuentran respuestas. Sin embargo, la respuesta está aquí,<br />

precisamente en este mismo libro: ¿Alguien duda que al escribirlo, Juan no sólo tuvo contacto directo<br />

con <strong>el</strong> Señor, sino que le rindió un servicio superior al que pudieran rendirle otras personas? Bueno;<br />

ahora dime adonde se estaba congregando Juan, en Patmos, cuando lo hizo. R<strong>el</strong>igión.<br />

Más ad<strong>el</strong>ante, ya en <strong>el</strong> capítulo 12 d<strong>el</strong> mismo libro, nos encontramos con otro texto. Aquí no voy<br />

a <strong>seguir</strong> la rutina anterior de inscribir <strong>el</strong> contexto, porque procurar enseñar brevemente en Apocalipsis es<br />

sencillamente imposible, y por lo consiguiente me iría d<strong>el</strong> tema.<br />

(Apocalipsis 12: 10) = Entonces oí una gran voz d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, que decía: ahora ha venido la<br />

salvación, <strong>el</strong> poder, y <strong>el</strong> reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido<br />

lanzado fuera <strong>el</strong> acusador de nuestros hermanos, <strong>el</strong> que los acusaba d<strong>el</strong>ante de nuestro Dios día<br />

y noche.

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