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directivas, pero cuando es Dios quien está en el asunto, eso no es jamás un esfuerzo, es un privilegio
inundado por el gozo.
La ecuación y el resultado de esa evaluación es tan simple, tan lineal, tan elemental, que no
alcanzo a explicarme como es que todavía una enorme mayoría no puede verlo. Solamente el Reino de
Dios, por ser precisamente eso, un Reino, es capaz de vencer a un reino infernal o de cualquier otro
calibre opuesto.
Sólo un diseño celestial puede vencer a un diseño infernal. Individualmente es imposible.
Estructuralmente es imposible. Espiritualmente es posible, pero perteneciendo todos, y cuando digo
todos estoy diciendo exactamente eso: todos, a un mismo Reino.
Hay un texto bíblico, entre muchos que compartiré en este trabajo, (Entre hablar y opinar yo o
dejar que la opinión de Dios sea la leída, elijo esto último, obvio), que tiene que ver con nuestra
identidad de creyentes.
Y que se entienda: no estoy hablando de raza, no estoy hablando de etnias, no estoy hablando
de credo religioso, no estoy hablando de nación; ni siquiera estoy hablando de iglesia evangélica
tradicional, gloria a Dios por ella; estoy hablando de Reino.
(Mateo 16: 13) = Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus
discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Un atinado predicador latinoamericano se preguntaba, leyendo este texto, en uno de sus
trabajos: ¿Cuándo fue la última vez que alguien te preguntó eso? ¿Cuándo fue la última vez que tú le
has preguntado a alguien eso? ¿Cuándo fue la última vez que alguien te preguntó a ti quien eras?
Buenas preguntas; buena su incertidumbre ministerial. Como buen ex periodista, a mí siempre
me gusta enfocar a las cosas desde distintos ángulos, como hacen los camarógrafos, los reporteros
gráficos; entonces me salta la duda: ¿Cuáles hubieran sido tus o mis respuestas ante esas preguntas?
(14) Ellos dijeron: unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los
profetas.
(15) Él les dijo: y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?
(16) Respondiendo Simón Pedro, dijo: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
(17) Entonces le respondió Jesús: bienaventurado eres, simón hijo de Jonás, porque no te
lo reveló carne ni sangre, sino mi padre que está en los cielos.
En otro sector de este mismo trabajo, hay una evaluación referente a este mismo texto, aunque
apuntado a otro sector y enfocado desde otra óptica. Quizás la que debo compartir ahora, será la que le
faltaba. ¿Qué puedes ver y entender en el trasfondo principal de este texto?
Primero: Jesús les dice con total claridad que el hecho sencillo y puntual de estar con Él, junto a
Él, aún compartiendo todo lo que ellos pudieron y debieron compartir, no alcanzaba, no era suficiente
para tomar dimensión de su estatura. Tú, hermano convertido, ¿Ya has entendido que el estar con
Cristo no es suficiente para tu vida?
125 – Las Llaves de Ingreso