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221<br />
Ellos no eran vituperados y perseguidos por causa de Jesucristo, lo eran por causa de su falta de<br />
adecuación a las leyes vigentes. En lo privado, pude saber que lo hacían con la esperanza de que la<br />
gente incrédula, al oír la música, las predicaciones y las alabanzas a todo volumen, iban a terminar por<br />
acudir a la iglesia y aceptar a Cristo.<br />
Esto ha sido propuesto, diagramado e incorporado como estrategia activa mil veces, lo he oído<br />
personalmente. Está probado también mil veces; puede suceder en algún caso aislado porque Dios<br />
sigue siendo Soberano, pero mayoritariamente, no funciona.<br />
Y no se trata que no funcione porque la Palabra de Dios se equivocó cuando dice que la fe viene<br />
por <strong>el</strong> oír. Se trata de que lo que mayoritariamente se escucha desde los micrófonos de nuestras<br />
congregaciones, es r<strong>el</strong>igión evangélica, no Palabra de Dios.<br />
Por lo tanto, la gente d<strong>el</strong> común que vive en los alrededores, se fastidia y molesta de la misma<br />
manera que cuando en los fines de semana, en alguna vivienda se lleva a cabo una “fiesta” juvenil con<br />
música rock o salsa a todo volumen. Para esa gente, no hay diferencias; todo es ruido molesto. Para las<br />
leyes de mi ciudad, también.<br />
Dejo a un lado algo que también mereció en su momento críticas seculares y denuncias d<strong>el</strong><br />
mismo estilo. Fue en ocasión de una campaña evang<strong>el</strong>ística abierta de Carlos Anacondia, en un campo<br />
deportivo.<br />
Allí lo que puso como locos a los vecinos no fue ni la música a alto volumen ni los gritos de un<br />
predicador o de la gente, aunque <strong>el</strong>los denunciaron eso. Lo que los volvió locos fue lo que tenían en su<br />
interior cuando Carlos comenzó a reprender demonios.<br />
Todos conocemos la clase de ministerio que administra este hombre de Dios, casi único en <strong>el</strong><br />
mundo con esas características. Y que no debería ser así, ya que si tienes <strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>ista,<br />
tendrán que acompañarte inexorablemente señales, prodigios y maravillas.<br />
<strong>La</strong> realidad, entonces, nos indica que una cosa es ser vituperados o perseguidos por estar<br />
anunciando a Jesucristo, (Cosa que en mayor o menor medida me ha tocado experimentar), y otra muy<br />
distinta es padecer lo mismo pero por causa de las actividades no siempre espirituales de una<br />
organización r<strong>el</strong>igiosa. Que quede constancia de esto.<br />
Creo que Pedro, en su Primera Carta, lo señala correctamente y con mayor amplitud cuando, en<br />
4:14, dice: Si sois vituperados por <strong>el</strong> nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque <strong>el</strong> glorioso<br />
Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de <strong>el</strong>los, él es blasfemado, pero<br />
por vosotros es glorificado.<br />
Esto significa que, cuando por <strong>el</strong> nombre glorioso de Jesucristo tú puedas ser injuriado, insultado,<br />
agredido y marginado, recuerda que aún así debes bendecir a esas personas, ya que demasiado<br />
problema afrontarán <strong>el</strong> día en que sus ojos vean la luz y entiendan que fueron blasfemos.<br />
(12) Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los ci<strong>el</strong>os; porque así<br />
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.<br />
No le busques nada que decline esta promesa. No caigas en r<strong>el</strong>igiosidades que te lleven a falsas<br />
modestias. Aquí dice que si resistimos todo eso, grande será nuestro galardón en los ci<strong>el</strong>os. Y tú ya<br />
sabes que galardón quiere decir premio, recompensa.