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Lo que no podemos es seguir siendo víctimas de aquel Miente, miente, miente, que algo
queda, que el ministro de propaganda nazi alemán impuso en los años cuarenta. Tampoco en lo que
pergeñara Napoleón Bonaparte y siguiera al pie de la letra Adolf Hitler, cuando dijeron: Las grandes
masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña.
Kart Marx acuñó su célebre: Los desposeídos tienen un mundo que ganar, de la mano del
pensamiento de Hugo Hefner, que señaló que La mayor fuerza civilizadora en el mundo no es la
religión, es el sexo, para concluir con algo mucho más cercano, atribuido a Osama Bin Laden, que
expresó: Nosotros amamos la muerte, y EEUU ama la vida, esa es la gran diferencia.
No me gustan en absoluto las iglesias que hacen del infierno una enseñanza cotidiana. Creo que
están dando mayor participación al dios de este mundo que al Dios de todo poder. Pero tampoco estoy
de acuerdo con aquellos que no creen, no entienden y no aceptan que hay mentiras diabólicas infiltradas
en nuestras mentes como verdades bíblicas.
¿Así de grosero? Así de grosero. ¿Y como se puede infiltrar tamaña barbaridad? Simple. A favor
de la comodidad, ignorancia y desconocimiento del pueblo. Haz una encuesta con los hermanos que
entran a unan iglesia un domingo por la tarde y pregúntales para que traen sus Biblias.
No interesa lo que te respondan de la boca para afuera; te pido que observes lo que hacen ellos
en el interior. ¡Cómodos! ¿Me perdonas una grosería? ¡Estúpidamente cómodos! Les dicen cualquier
barbaridad y ellos exclaman “amén”, sin entender que sus biblias no dicen lo que han oído. ¿Y como van
a entenderlo si ni siquiera la han abierto?
Lo cierto es que en esta batalla literal, no hay grises ni términos medios. Dice Jesús que El que
conmigo no recoge, desparrama. Y así es, sin dudas. Nadie puede estar en un marco de observación.
O es parte del Reino de Dios, o es integrante, -mal que le pese- del reino de Satanás.
Será bueno que vayas viendo con cierta meticulosidad hacia qué sector se vuelca más tu vida.
Has oído y leído que la fe viene por el oír, ¿Verdad? Bien; entonces, por ejemplo, fíjate que es lo que tus
oídos oyen durante la mayor parte del día; ahí está tu verdad. No LA verdad, sino TU verdad. Si coincide
con la del Señor, ¡Gloria a Su nombre!, pero, y… ¿Si no coincide?
Las palabras que Jesús habló durante su ministerio terrenal, constituyen los principios que
debemos vivir y utilizar para entender las escrituras, las cuales principalmente describen a Cristo desde
dos perspectivas. Para eso fue ministerio su ministerio, no para imitarlo. Porque como imitar, al que
debemos imitar es a Cristo, no a Jesús.
La primera consiste en el modelo físico del Hijo del Hombre y, la segunda, en la autoridad
espiritual sobren todas las cosas, tanto en la tierra como en el cielo. Ambas descripciones son muy
importantes, si es que anhelamos ser como Él. No podemos ser una cosa, debemos ser, en Él, todas las
cosas juntas.
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