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Vidas No Contaminadas
Para una realidad casi novelizada como la que a veces pretendemos vivir, lo primero que
debemos hallar es la verdadera representación del Reino y del mismo Dios. Yo no tengo dudas, Dios y
su Reino representan la verdadera realidad. Todo lo demás es una opereta humana. A veces, grotesca.
La fe es el único medio a partir del cual Él pudo formar lo visible de lo que no se veía. El hombre,
en cambio, forma su realidad a partir de la energía y la materia que ve, sin considerar casi nunca que,
en realidad, todo proviene de lo invisible. Sin embargo, el hombre no quiere darle la razón a Dios.
Por lo tanto, si nos llamamos a nosotros mismos cristianos “nacidos de nuevo”, deberemos vivir
en esa clase de fe, discerniendo lo que es real. Porque Jesús es el origen de la fe, y en Él se encuentra
la realidad de lo visible y lo invisible. ¿Intrincado? No lo creas. Es muy sencillo. Nosotros lo
complicamos.
La mente del primer Adán fue engañada y fue en ese episodio en donde perdió la imagen y
semejanza de Su Creador junto con la habilidad que tenía para comunicarse con Él. Esto dio como
resultado, como no podía ser de otro modo, una nueva mentalidad e identidad.
El mundo visible se convirtió a la realidad del hombre, quien perdió sus sentidos espirituales para
depender de sus sentidos físicos y de su mentalidad corrupta en pos de definir la realidad. A partir de
ese evento, el hombre comenzó a medir las cosas con una vara distinta a la que Dios utiliza.
Porque Dios sabe perfectamente, y lo enseña, que la historia del hombre comienza con Adán,
pero la historia del Reino se desarrolla en Jesús. ¿Pero no son símbolos paralelos, tipologías precisas?
Lo son. Pero en lo concreto del panorama, ambos ocupan roles claramente diferentes.
Los planes de Dios nunca podrán ser detenidos ni cambiados, ya que fueron completados y
terminados por Él antes de la fundación del mundo. Así es, entonces, que todo ya ha sido finalizado,
nada puede ser añadido o sustraído de los resultados.
El Espíritu Santo desea una raza de hijos en la tierra, cuyas mentes y pensamientos sean
similares a los suyos, así realizar el sueño del Padre Celestial, “en la tierra como en el cielo”. Por eso Él
es quien –dice la Biblia-, nos guía a “toda verdad”. Eso quiere decir que nos faltan verdades para
conocer. ¿Lo pensaste así alguna vez?
El amor de Dios no es condicional ni depende de los ángeles o del comportamiento del propio
hombre. La infidelidad de Adán separó al hombre de Dios y produjo hijos que amaban más la tiniebla
que la luz. Pero Dios los amó porque en su calidad de amor no entran los merecimientos.