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Deja ya de fastidiar a Dios declarando que no, que tú no quieres ninguna recompensa, que con
servirle amorosamente te alcanza y todo eso que dices por micrófono los domingos por la tarde en el
templo. Hay recompensa para los que aprueben y hay que aceptarla como regalo del Padre.
El Reino, entonces, es para quienes sufren vituperio, persecución, mentiras y maldad por causa
de la justicia y del Señor. No por sus conductas particulares, que a veces hasta pueden ser
censurables, sino por la causa de Dios.
La actitud ante estas circunstancias es el gozo y la alegría, prueba evidente de la presencia de
Cristo. Sufrir por nuestra causa común es la más alta satisfacción del ser humano, pues comparte la
experiencia de Cristo y los apóstoles.
Hasta aquí las condiciones, los puntos, los pasos, los requisitos para ser ciudadanos del Reino
de los Cielos. Vamos a ver ahora la influencia que, como hijos de Dios y miembros activos de su Reino,
tenemos que tener en el mundo al cual no pertenecemos, pero en el que sí estamos.
104 – Las Obras de la Sal y la Luz
(Verso 13)= Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿Con qué será
salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La sal preserva y da sabor a la comida; simboliza la pureza; limpia, sana, mantiene el calor y da
sed. La sal es, a la comida, lo que nosotros a la vida. Tanto la sal como la luz “salvan” por simple
contacto. Pierden su propia identidad al integrarse.
Tanto por consejo médico como por decisión personal preventiva, muchas son las personas que
comen sus alimentos sin sal. Se capacitan para cocinar usando distintas especias de modo tal que la
gama de sabores que éstas aportan, ayuden a paliar la ausencia del condimento tradicional.
Nadie niega la acertada decisión en estos casos, si esas personas muestran síntomas o
factibilidades a padecer patologías tales como la hipertensión, que es uno de los flagelos escondidos
que más gente está matando en el planeta.
Sin embargo, ello no mengua lo que esta palabra declara ni mucho menos, ya que si bien la sal
puede ser factor de perjuicio para ciertas enfermedades, nada –entiéndeme bien-, nada puede
reemplazarla. Ese el principio básico a tener en cuenta. Comer sin sal es conveniente, quizás, pero eso
no anula la capacidad de la sal para darle un sabor a los alimentos distinto a todos. De eso habla Jesús.
En la tierra no hay enfermedades que rechacen la sal. Muy por el contrario, este mundo insulso y
apático, como todas las cosas inventadas por el alma (La mente) o el cuerpo, necesita
desesperadamente del sabor espiritual único que solamente pueden dar los creyentes. Por eso se nos
compara con la sal. Jamás Jesús hubiera dado un anuncio publicitario a favor de las salinas.
(Verso 14)= Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se
puede esconder.
Veamos: si alguien te pide que estudies a fondo algo relacionado con la visibilidad, ¿Qué harás?
¿Estudiarás los recovecos de la oscuridad o las condiciones químicas de la luz? Indudablemente que
esto último, ya que la oscuridad no tiene absolutamente nada concreto para estudiar.