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(30) Respondieron y le dijeron: si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
(31) Entonces le dijo Pilato: tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le
dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; (¿Cuántos saben que los fariseos ya
habían pensado que la única solución era asesinar a Jesús?) (32) para que se cumpliese la palabra
que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
(33) Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey
de los judíos?
(34) Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
(35) Pilatos le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te
han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
(36) Respondió Jesús: mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Claro está que, si partimos desde la base tradicional de un estudio bíblico sustentado en lo literal,
gráfico e histórico, como ha sido norma mayoritaria en las organizaciones cristianas que más énfasis
han realizado en el aprendizaje de la teología, en este texto encontraremos muchas cosas sin
explicación.
En principio, porque tomaremos a lo dicho por Jesús como algo eminentemente místico y
complicado de probar. El Reino de Jesucristo sería un sitio no especificado que estaría en un lugar que
no es el planeta Tierra en el cual habitamos. Casi lindando con la teoría Von Deniken.
Sin embargo, cuando decimos que tomándonos férreamente de la palabra que nos asegura que
el Espíritu Santo es quien está encargado en estos tiempos de guiarnos a toda verdad, coincidimos en
apreciar que la revelación espiritual es indispensable par arribar a conclusiones espirituales.
Y aprovecho para añadir, una vez más, algo que no siempre hemos visto con claridad. Si es el
Espíritu Santo el que hoy nos ha sido dado para guiarnos a toda verdad, mi hermano, tiene que ser
porque a esa verdad todavía no la conocemos en su totalidad. ¿Está claro?
Y desde esa óptica, es que no dudamos que el Reino de Dios es un ámbito existente en el
espíritu, adonde sólo se puede llegar mediante la revelación que el Espíritu Santo otorgue a nuestras
vidas. Es decir que, en otras palabras, no es un asunto de formas, sino de sistemas.
Y fíjate que la palabra utilizada en el verso 36 cuando dice que su Reino no es de este Mundo,
esa palabra traducida como Mundo es Kosmos. Podemos comparar con “cósmico”, “cosmogonía”,
“cosmopolita” y otras de significado similar.
Originalmente, Kosmos significó un arreglo ordenado, algo así como decorar, adornar, belleza,
simetría e incluso, la regularidad del orden del mundo. Posteriormente Kosmos representó a “la tierra”,
(En oposición al cielo) y al mundo secular.
Frecuentemente, en el Nuevo Testamento, la palabra describe al mundo alejado y opuesto a
Dios, que descansa sobre el poder del mal. Es decir que, con todos estos elementos a la vista, podemos
aseverar que si tuviéramos que traducir correctamente, deberíamos colocar en su lugar la palabra
Sistema.