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Pablo tenía una idea muy clara respecto a la libertad, aunque acotada, obviamente, por su
formación personal. Por eso dice que esa libertad puede degenerar en libertinaje, salvo que el Espíritu
Santo nos capacite para vencer los deseos de la carne, cuando nos sometemos permanentemente a su
poder y dominio. ¿Deseas ser dominado por el Espíritu Santo de Dios? Eres libre para decidirlo.
(17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y
estos se oponen entre sí, par que no hagáis lo que quisiereis.
Conocer esto es básico y casi elemental para una vida cristiana conforme al propósito y la
voluntad de Dios. Ponerlo por obra, digo, no sólo oírlo y aceptarlo. El espíritu y la carne están
diametralmente opuestos el uno al otro.
Esto puede verse con claridad y nitidez cuando pueden evidenciarse las obras y los frutos de
cada caso específico. El resultado es un fiero e incesante conflicto dentro de los cristianos, en el que no
pueden vencer confiados a sus propias fuerzas.
(18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estás bajo la ley.
Esto es lo que, en otros órdenes, nos atreveríamos a catalogar como “una verdad de Perogrullo”.
La persona que es guiada por el Espíritu hará lo que está bien libremente, y no por la compulsión de la
ley. Por lo tanto, no está sometida a las ataduras y a la condenación de la ley.
Por eso es que, en cada ocasión que puedo enseñarlo, lo hago y digo: que andar en el Espíritu,
muy lejos de estar permanentemente como ido o “volado”, o “viajando” de éxtasis en éxtasis,
simplemente es estar sujetos a un grado de obediencia a Dios por encima de las predilecciones
carnales.
Quien haya sido un alcohólico, por ejemplo, y luego de aceptar a Cristo abandona por completo
esa adicción y no vuelve a probar una gota de bebida sin que nadie se lo demande, es alguien guiado
por el Espíritu. Es cuando puedes decir “no quiero”, “no lo necesito”, a cualquier cosa que sea tentación,
en lugar de decir: “no se me permite”, “lo tengo prohibido” o “Dios no quiere”. Libertad.
(19) Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, (21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de
las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios.
Si me lo permites, y casi como de paso, voy a dejarte la lista de las obras de la carne aquí
mencionadas (Lo enfatizo porque hay muchísimas otras que aquí no figuran, pero que puedes inscribir
dentro de esas “cosas semejantes” de las que Pablo habla), con su significado literal, tanto como para
que no te confundas.
1.- Adulterio. Ayuntamiento carnal voluntario entre persona casada y otra de distinto sexo
(Actualmente también del mismo), que no sea su cónyuge. Falsificación, fraude.
2.- Fornicación. Acto de fornicar. Fornicar. Tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del
matrimonio.
3.- Inmundicia. Calidad de inmundo. Inmundo. Sucio y asqueroso. Se decía de aquello cuyo
uso estaba prohibido para los judíos por su ley.