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Partamos de una base argumental: la estructura mental bajo la cual hemos sido formados,<br />
alimentados y educados, indefectiblemente creó un ser. Eso no es malo, pero no basta <strong>para</strong> trascender.<br />
Para lograrlo, debemos convertirnos en alguien.<br />
¿Cómo se logra? No voy a mentirte diciéndote que es ultra sencillo, pero tampoco te alarmaré<br />
con que es imposible. Se logra estableciendo las distancias entre lo que somos y lo que hemos creído<br />
ser. No es fácil, -reitero-, pero tampoco imposible.<br />
No sé que cosa crees tú que eres. Es muy probable que creas que eres mucho, muchísimo más<br />
que lo que realmente eres. Normalmente acostumbras a hablar mal o bien, “d<strong>el</strong> mundo que te rodea”.<br />
¿Sabes que? El mundo no te rodea ni medio. El día que debes partir, lo haces solamente acompañado<br />
por aqu<strong>el</strong>los que están afectiva o familiarmente más cercanos. El resto, ni se entera.<br />
Sin embargo, <strong>para</strong> dilucidar esto de saber quien eres o quien te crees que eres, hay un ejercicio<br />
simple <strong>para</strong> definir algunos factores puntuales. Lo encontré en un trabajo realizado y lo tomo porque es<br />
útil. Examínalo y, de paso, examínate.<br />
Eres las palabras que salen de tu boca; todas. Eres las acciones y decisiones por las cuales te<br />
esfuerzas. Ganar dinero o dar de comer a los pobres, igual medida. Eres tus frutos, es decir: lo que nace<br />
y sale de ti, independientemente de si es bien visto o no por los demás.<br />
Eres la calidad de luz que emana de tu persona, porque su dimensión y potencia rev<strong>el</strong>a,<br />
implícitamente, la calidad de tiniebla que te acompaña. Eres la calidad de influencia que la autoridad<br />
determina sobre tu vida, los hábitos que te acompañan y la cantidad y calidad d<strong>el</strong> amor que sabes o no<br />
sabes dar a los demás. Y no hablo de mujeres hermosas, si eres hombre; ni de robustos varones, si<br />
eres mujer. Hablo de amor.<br />
El caso es que tú, si vas a ser miembro y parte d<strong>el</strong> Reino de Dios, debes tener una identidad<br />
acorde. Porque Dios tiene una identidad acorde. Entiende y no hagas funcionar tu mente r<strong>el</strong>igiosa:<br />
“Dios” no es <strong>el</strong> nombre de Dios. El nombre de Dios, es Jehová. Y Jehová, que es una voz hebrea<br />
rescatada de una serie de letras sin sonido pronunciable, significa Yo Soy El Que Soy.<br />
En la Biblia hay referencias más que suficientes al respecto. Jehová le dijo a Moisés, en su<br />
momento, que le dijera a Faraón, cuando iba a pedirle que liberara al pueblo, que El que Es era quien lo<br />
enviaba.<br />
¿Por qué le dijo esto? Porque Dios sabía que la única autoridad que <strong>el</strong> diablo reconoce, es la de<br />
alguien que ES. ¿Te resulta complicado entenderlo? Es simple. Satanás tiene conocimiento de tu<br />
pasado y, en base a repetición de historias, puede determinar tus comportamientos.<br />
Él puede pasarse toda una eternidad observando, por ejemplo, como actúas en lo íntimo y como<br />
lo haces en público. Luego te prenderá con las diferencias, si es que las hay. Sólo si eres lo que dices<br />
ser y no simulas, él no puede tocarte.<br />
¿Por qué será, entonces, que nosotros pareceríamos haber dejado de lado esta singular<br />
interpretación de las cosas? Porque la estructura de pensamiento Greco-Romana que ha sido de tanta<br />
influencia en nuestras vidas, nos enseñó más a Decir y a Parecer, que a Ser.<br />
¿Entiendes ahora por qué la r<strong>el</strong>igión siempre es, necesariamente, hipócrita en su sustancia?<br />
Porque cada vez que yo digo la palabra “r<strong>el</strong>igión” parecería estar pronunciando un insulto, pero esa<br />
palabra no es mala en sí misma, ya que <strong>el</strong> hombre puede r<strong>el</strong>igarse con Dios, sino en su expresión falsa.