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Aristóteles - Física (pdf) - La Caverna

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casualidad, como también el movimiento que separó las partes y estableció el<br />

actual orden del Todo. Y esto es lo que más nos sorprende; pues dicen, por<br />

una parte, que los animales y las plantas no son ni se generan fortuitamente,<br />

sino que la causa es la Naturaleza, o una 30 Inteligencia, o alguna otra<br />

semejante (porque de una determinada semilla no se genera fortuitamente<br />

cualquier cosa 151, sino de esta semilla un olivo, de aquella un hombre), y<br />

dicen, por otra parte, que el cielo y las cosas más divinas que vemos se han<br />

generado por casualidad, y que sus causas no son las mismas que las que han<br />

generado a los animales 35 y las plantas. Pero, si es así, merecía que se le<br />

prestase 196b atención y hubiera sido conveniente que se dijese algo sobre ella.<br />

Pues lo que dicen, además de ser absurdo por otras razones, es todavía más<br />

absurdo que lo digan cuando pueden observar que en el cielo nada se genera<br />

por casualidad, mientras que en las cosas que, según ellos, no se producen<br />

fortuitamente, muchas llegan a ser como si lo fueran. Así, 5 quizás ocurra más<br />

bien lo contrario de lo que dicen.<br />

Hay también otros 152 que piensan que la suerte es una causa, pero que es algo<br />

divino y tan demónico que la hace inescrutable al pensamiento humano.<br />

Así pues, hay que examinar la casualidad y la suerte, ver qué es cada una, si<br />

son lo mismo o son diferentes, y de qué modo se encuentran entre las causas<br />

que hemos distinguido.<br />

tamente tyche y autómaton para referirse a los atomistas, pero, como indica Guthrie (o. c., pág.<br />

422), no es seguro que automaton fuera un término técnico usado por el atomismo: sólo aparece en<br />

el frag, 182 y con un sentido moral. Cf. también PLATÓN, Sof. 265c, Leyes 889b.<br />

151 48<br />

Según Ross, el argumento de que cualquier cosa no puede provenir de cualquier cosa podría<br />

ser de origen democríteo.<br />

152 49<br />

Quizás se refiere a Anaxágoras, pero es más probable que sea al culto popular de Tyché como<br />

una diosa; la referencia a theía Tyché era usual en los trágicos (cf. LIDDELL-SCOTT, pág. 1839), pero<br />

también aparece en Platón (cf. Leyes 709b: «el theós y con el theos la tyché y el kairos dirigen todos<br />

los asuntos humanos»).<br />

Sobre lo demoníaco y los demonios en Grecia véase DODDS, Los griegos y lo irracional, cap. 2. No<br />

es fácil saber qué significa aquí daimonion. <strong>La</strong> idea de que cada cual tenía su demon (bueno o<br />

malo), de que lo demónico nos posee de algún modo, se encontraba profundamente arraigada en la<br />

cultura tradicional griega (recuérdese el demon de Sócrates); así, por ejemplo, kakodaimonia<br />

significaba todavía en tiempos de <strong>Aristóteles</strong> «locura», en el sentido de estar poseído por un demon<br />

malo. Pero, ¿qué sentido tiene hablar de lo demónico en la Naturaleza? No es, desde luego, algo<br />

opuesto a lo divino, pues tanto uno como otro pueden ser buenos o malos para el hombre, sino que<br />

hay que tomarlo al parecer como una función de los divino. Pero ¿cómo hemos de entender el<br />

conocido pasaje de Acerca de la adivinación por el sueño 463bl4: he gar physis daimonia, αll' ou<br />

theía, «pues la naturaleza es demónica, no divina»?<br />

En la época helenística se acentuó la creencia en los démones, y en Roma encontramos la palabra<br />

latinizada energúmenos (de origen aristotélico), utilizada en tiempos de Tertuliano con el sentido de<br />

estar poseído por un demonio maléfico, de estar hechizado.

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