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Jadas, escarchas y soles ardientes, los olivos situados al<br />

norte y oriente padecen infinito en su florescencia.<br />

CAPITULO III.<br />

DE LA VEJETACI0N DEL OLIVO.<br />

EL muy importante comprender Lien este capítulo, pa­<br />

ra poder dirijir este árbol por principios fundados en su<br />

naturaleza.<br />

El olivo, tal como se cultiva hoy, no es ya un árbol<br />

natural, pues el cultivo ha mudado su modo ó manera de<br />

ser. El olivo, que proviene de semilla, dirije perpendicu-<br />

larmente su raíz central; si el suelo le conviene, apenas<br />

tiene cepa debajo del cuello de las raices que salen de<br />

este paraje; y si, al contrario, la naturaleza del suelo se<br />

opone á la prolongación de su raiz central, entonces esta<br />

raiz se encorva, y se forma una cepa, de donde salen las<br />

raices laterales. El olivo cultivado, según diremos adelan­<br />

te, tiene necesariamente una cepa, de donde parten las<br />

raices madres, que se introducen en la tierra tan perpen-<br />

dicularmente como pueden, si á esto no se opone obstáculo<br />

alguno. De estas raices principales ó madres parlen otras<br />

secundarias mas rastreras, y de éstas, otras mas pequeñas y<br />

mas rastreras aun; pero todas lo son cuando la capa inferior<br />

de la tierra es mala é impenetrable á las raices. Debemos<br />

también observar, que suponiendo dos capas de tierra, la<br />

superior, de las cuales sea de buena calidad y tenga tres<br />

pies de grueso, si la inferior es mala, las raices se esten­<br />

derán cuanto sea posible por la capa superior. Si debajo<br />

de esta capa inferior del suelo, hay otra capa buena, las

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