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estoy segura. A lo mejor usted tiene razón, y el caduceo es un mensaje de Dios.
Por supuesto no se trata de un emblema cristiano ni de ninguna de las principales
religiones de la actualidad. Supongo que no querrá sostener que los dioses les
hablaban sólo a los antiguos griegos. Lo que y o digo es que, si Dios quería
enviarnos un mensaje y la única forma que se le ocurría era mediante los
escritos de la antigüedad, podría haberlo hecho mejor. Además, no tenía
necesidad de limitarse a esos escritos. ¿Por qué no hay un crucifijo gigantesco
que gire alrededor de la Tierra? ¿Por qué la superficie de la Luna no está cubierta
con los diez mandamientos? ¿Por qué Dios tiene que ser tan claro en la Biblia y
tan oscuro en el mundo?
Desde hacía unos instantes Joss estaba listo para responder, con una expresión
de genuino placer en el rostro, pero era tal el entusiasmo que manifestaba Ellie
con su fárrago de palabras, que quizá le pareció una descortesía interrumpirla.
—¿Y por qué suponen que Dios nos ha abandonado? Solía conversar muy
seguido con patriarcas y profetas, según dicen. Si es un ser omnipotente y
omnisciente, no tiene que costarle nada recordarnos en forma directa,
inequívoca, sus deseos al menos varias veces en cada generación. ¿Cuál es el
motivo? ¿Por qué no lo vemos con diáfana claridad?
—Nosotros la vemos —aseguró Rankin, plenamente convencido—. Está
alrededor de nosotros; responde nuestras plegarias. Decenas de millones de
personas de este país han renacido, han sido testigos de la gloriosa gracia de Dios.
La Biblia nos habla con la misma claridad hoy en día que en tiempos de Moisés y
Jesús.
—Vamos, vamos. Usted sabe a qué me refiero. ¿Dónde está la gruesa voz que
brama « Yo soy el que soy » desde los cielos? ¿Por qué Dios se manifiesta de
maneras tan sutiles y discutibles en vez de hacer que su presencia sea irrefutable?
—Eso es precisamente lo que usted ha oído: una voz desde los cielos. —Joss
hizo ese comentario al pasar, cuando Ellie se detuvo para recobrar el aliento.
—Exacto —sentenció Rankin—. Justo lo que iba a decir y o. Abraham y
Moisés no tenían radios ni telescopios. No pudieron haber oído al Todopoderoso
en frecuencia modulada. A lo mejor Dios en la actualidad nos habla por distintos
medios que nos permiten llegar a una nueva comprensión. O quizá no sea Dios…
—Sí, Satanás. Ya he oído algo sobre eso, y me parece una locura. Dejemos
este tema para más adelante, si me lo permiten. Ustedes sostienen que el
Mensaje es la voz de Dios, de su Dios. Denme un ejemplo de su religión en el
cual Dios conteste una plegaria repitiendo esa misma plegaria.
—Yo no llamaría plegaria a una película de los nazis —opinó Joss—. La
explicación suy a es que se trata de un modo de llamar nuestra atención.
—¿Por qué, si no, Dios eligió hablarles a los científicos? ¿Por qué no a los
predicadores como ustedes?
—A mí Dios me habla constantemente —expresó Rankin, golpeándose el