Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Sería un placer volver a estar con Vay gay. Lo había visto por última vez en
Moscú, tres años antes, durante uno de esos períodos en que a él se le prohibía
visitar Occidente. Las autorizaciones para viajar al exterior se conseguían con
may or o menor facilidad según fuera cambiando la política oficial, y según el
propio e imprevisible comportamiento de Vay gay. Solían negarle el permiso a
consecuencia de alguna mínima provocación política de su parte, pero después
volvían a otorgárselo cuando no encontraban a nadie de su nivel que encabezara
alguna delegación científica. Recibía invitaciones del mundo entero para
participar en seminarios, conferencias, coloquios, grupos de estudio y comisiones
internacionales. En su calidad de premio Nobel de física y miembro activo de la
Academia Soviética de Ciencias, gozaba de más independencia que la may oría
de sus compatriotas. A menudo parecía estar en equilibrio precario en el límite
exterior de la paciencia y la restricción de la ortodoxia gubernamental.
Su nombre completo era Vasily Gregorovich Lunacharsky, conocido en la
comunidad mundial de físicos como Vay gay. Sus relaciones ambiguas con el
régimen soviético intrigaban a Ellie y a muchos occidentales. Era pariente lejano
de Anatoly Vasily evich Lunacharsky, viejo colega bolchevique de Gorky, Lenin
y Trotsky. El otro Lunacharsky había ejercido luego las funciones de comisario
del pueblo para Educación, y embajador soviético en España hasta su muerte,
acaecida en 1933. La madre de Vay gay había sido judía, y se comentaba que él
había trabajado en armas nucleares, aunque era demasiado joven como para
haber desempeñado un papel preponderante en la primera explosión
termonuclear de los soviéticos.
Su instituto contaba con buen instrumental y un plantel de calidad, y su
productividad científica era prodigiosa, pese a algunos obstáculos que le
presentaba el Comité para la Seguridad del Estado. A pesar de los fluctuantes
permisos para viajar al extranjero, era asiduo concurrente a las principales
conferencias internacionales, incluso al simposio « Rochester» sobre física de
alta energía, el encuentro « Texas» sobre la astrofísica relativista y las
informales reuniones científicas « Pugwash» convocadas para hallar formas de
reducir la tensión internacional.
Ellie sabía que, en la década de 1960, Vay gay visitó la Universidad de
California y se quedó maravillado con la proliferación de irreverentes,
escatológicas y descabelladas consignas impresas en botones prendedores, que
permitían —rememoró ella con nostalgia— conocer a simple vista las
inclinaciones sociales de una persona. Los distintivos también eran muy
populares en la Unión Soviética, pero por lo general las inscripciones eran elogios
para el equipo « Dy namo» de fútbol o para algunas de las naves espaciales de la
serie Luna, que fueron las primeras en llegar a nuestro satélite. Los botones de
Berkeley eran distintos. Vaygay los compraba por docenas, pero le encantaba
ponerse uno en particular, del tamaño de la palma de su mano, que decía