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Contacto - Carl Sagan

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Hadden respondía con un nuevo dispositivo. A veces inventaba circuitos para

superar estrategias que sus adversarios aún no habían descubierto. Sostenía que

les ahorraba el trabajo de realizar inventos, muy costosos para los accionistas de

sus empresas, y que por otra parte estaban condenados al fracaso. A medida que

incrementaba sus ventas, iba reduciendo sus precios. Se trataba de una especie de

guerra electrónica, y él ganaba.

Intentaron demandarlo ante la justicia acusándolo de conspiración por poner

obstáculos al comercio. Contaban con suficiente respaldo político para que el juez

no rechazara la causa por falta de mérito, pero no la suficiente influencia para

ganar el litigio. Con motivo del juicio, Hadden debió estudiar los códigos

pertinentes. Acto seguido, encargó a una conocida empresa de la avenida

Madison de la cual era socio comanditario, que publicitara su producto en la

televisión comercial. Al cabo de varias semanas de polémicas, no le aceptaron

los anuncios. Él a su vez demandó a las tres redes de teledifusoras, y en ese juicio

pudo demostrar la existencia de una conspiración para obstaculizar el libre

comercio. Recibió una abultada indemnización que fue todo un récord para este

tipo de demandas y contribuy ó, modestamente, al ocaso de las redes originales.

Desde luego, siempre hubo gente a la que le gustaban los comerciales, y ellos

no necesitaban usar Publicinex. Sin embargo, se trataba de una minoría en

extinción. Hadden amasó una gran fortuna al desenmascarar a la publicidad

comercial. También se granjeó muchos enemigos.

Cuando logró la comercialización masiva de los circuitos integrados de

reconocimiento de contexto, y a tenía listo Predicanex, un submódulo que podía

acoplarse a Publicinex, que tenía por fin cambiar de canal si, por casualidad, uno

sintonizaba un programa de adoctrinamiento religioso.

Bastaba con elegir de antemano palabras tales como « Venida» o « Éxtasis»

para poder seleccionar otra programación. Predicanex recibió una calurosa

acogida por parte de una sufrida pero importante minoría de televidentes. Se

comentaba, a veces no demasiado en serio, que el siguiente submódulo de

Hadden se denominaría Pamplinex, y funcionaría sólo en presencia de

disertaciones públicas a cargo de presidentes y primeros ministros.

A medida que avanzaba en el desarrollo de sus circuitos integrados de

reconocimiento de contexto, Hadden comenzó a percatarse de que podía

destinárselos a un uso mucho más amplio, por ejemplo en el campo de la

educación, la ciencia, la medicina, los servicios militares de inteligencia y el

espionaje industrial. Fue debido a una cuestión que le iniciaron el famoso juicio

etiquetado Los Estados Unidos contra Cibernética Hadden. A raíz de que uno de

los circuitos integrados de Hadden fue considerado demasiado bueno como para

que los civiles adoptaran su uso, y siguiendo la recomendación de la Agencia

Nacional de Seguridad, el gobierno se hizo cargo de las instalaciones y del

personal superior que se dedicaba a la producción de los más avanzados circuitos

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