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Hadden respondía con un nuevo dispositivo. A veces inventaba circuitos para
superar estrategias que sus adversarios aún no habían descubierto. Sostenía que
les ahorraba el trabajo de realizar inventos, muy costosos para los accionistas de
sus empresas, y que por otra parte estaban condenados al fracaso. A medida que
incrementaba sus ventas, iba reduciendo sus precios. Se trataba de una especie de
guerra electrónica, y él ganaba.
Intentaron demandarlo ante la justicia acusándolo de conspiración por poner
obstáculos al comercio. Contaban con suficiente respaldo político para que el juez
no rechazara la causa por falta de mérito, pero no la suficiente influencia para
ganar el litigio. Con motivo del juicio, Hadden debió estudiar los códigos
pertinentes. Acto seguido, encargó a una conocida empresa de la avenida
Madison de la cual era socio comanditario, que publicitara su producto en la
televisión comercial. Al cabo de varias semanas de polémicas, no le aceptaron
los anuncios. Él a su vez demandó a las tres redes de teledifusoras, y en ese juicio
pudo demostrar la existencia de una conspiración para obstaculizar el libre
comercio. Recibió una abultada indemnización que fue todo un récord para este
tipo de demandas y contribuy ó, modestamente, al ocaso de las redes originales.
Desde luego, siempre hubo gente a la que le gustaban los comerciales, y ellos
no necesitaban usar Publicinex. Sin embargo, se trataba de una minoría en
extinción. Hadden amasó una gran fortuna al desenmascarar a la publicidad
comercial. También se granjeó muchos enemigos.
Cuando logró la comercialización masiva de los circuitos integrados de
reconocimiento de contexto, y a tenía listo Predicanex, un submódulo que podía
acoplarse a Publicinex, que tenía por fin cambiar de canal si, por casualidad, uno
sintonizaba un programa de adoctrinamiento religioso.
Bastaba con elegir de antemano palabras tales como « Venida» o « Éxtasis»
para poder seleccionar otra programación. Predicanex recibió una calurosa
acogida por parte de una sufrida pero importante minoría de televidentes. Se
comentaba, a veces no demasiado en serio, que el siguiente submódulo de
Hadden se denominaría Pamplinex, y funcionaría sólo en presencia de
disertaciones públicas a cargo de presidentes y primeros ministros.
A medida que avanzaba en el desarrollo de sus circuitos integrados de
reconocimiento de contexto, Hadden comenzó a percatarse de que podía
destinárselos a un uso mucho más amplio, por ejemplo en el campo de la
educación, la ciencia, la medicina, los servicios militares de inteligencia y el
espionaje industrial. Fue debido a una cuestión que le iniciaron el famoso juicio
etiquetado Los Estados Unidos contra Cibernética Hadden. A raíz de que uno de
los circuitos integrados de Hadden fue considerado demasiado bueno como para
que los civiles adoptaran su uso, y siguiendo la recomendación de la Agencia
Nacional de Seguridad, el gobierno se hizo cargo de las instalaciones y del
personal superior que se dedicaba a la producción de los más avanzados circuitos