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—O sea que los ingeniosos envían un mensaje de radio para indicarles a los
atrasados que realicen un pliegue. Pero, si son seres bidimensionales, ¿cómo
podrían producir un pliegue en su superficie?
—Acumulando gran cantidad de masa en otro lugar —sugirió Vay gay a
modo de respuesta.
—Eso no es lo que hemos hecho.
—Lo sé, lo sé. Fueron los benzels los que lo lograron.
—Si los túneles son agujeros negros —sostuvo Eda con voz pausada—, existen
verdaderas contradicciones. Hay un túnel interior en la exacta solución de Kerr a
la ecuación de Einstein, pero es variable. La más mínima alteración lo cerraría,
convirtiendo al túnel en una singularidad física que impediría que se deslizara
nada por él. Traté de imaginar una civilización superior que pudiera controlar la
estructura interna de una estrella en caída para mantener estable el interior del
túnel, lo cual sería muy complicado cuando se trata del colapso de un objeto tan
voluminoso como el dodecaedro.
—Aun si Abonnema consigue descubrir la forma de mantener abierto el túnel
—acotó Vay gay—, existen muchos otros problemas. Demasiados, quizá. Los
agujeros negros atraen problemas mucho más deprisa de lo que atraen la
materia. Deberíamos de haber terminado destrozados en el campo gravitacional
del agujero negro, o estirados como los personajes de los cuadros de El Greco o
las esculturas de ese italiano… —Se volvió hacia Ellie para que le recordara el
nombre.
—Giacometti —dijo ella—, y era suizo.
—Sí, Giacometti. También se presentan otros inconvenientes. Según las
condiciones de la Tierra, se requiere una infinita cantidad de tiempo para
atravesar un agujero negro, y nunca jamás podríamos regresar a nuestro
planeta. A lo mejor es eso lo que sucedió, y no podamos nunca retornar. En tal
caso, debería de haber un infierno de radiación cerca de la singularidad. Ésta es
una inestabilidad cuánticomecánica…
—Y por último —aseguró Eda—, un túnel al estilo Kerr puede provocar
grotescas transgresiones a la causalidad. Con un ínfimo cambio de trayectoria
dentro del túnel, podríamos salir en el otro extremo y encontrarnos en los albores
de la historia universal, por ejemplo, un segundo antes del Big Bang, la explosión
primigenia, y así tendríamos un universo por demás desordenado.
—Miren muchachos —dijo Ellie—, yo no soy experta en la teoría de la
relatividad, pero ¿acaso no vimos los agujeros negros? ¿No caímos dentro de ellos
y después salimos? ¿Es que un gramo de observación no equivale a una tonelada
de teoría?
—Ya sé, y a sé —admitió Vaygay, afligido—. Debe de ser otra cosa.
—Un agujero negro que se forma naturalmente no puede ser un túnel puesto
que tienen singularidades imposibles de sortear en su centro —afirmó Eda.