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siempre podían negarse sin el menor problema. Muchas le decían que sí, pero la
noticia sobre Meera le resultó algo inesperada.
Habían pasado la mañana comparando apuntes e interpretación de datos. La
emisión continua del Mensaje había llegado a una importante nueva etapa. Vega
transmitía diagramas con un sistema semejante a las radiofotos que publican los
diarios. Cada imagen estaba formada por infinidad de puntitos negros y blancos,
y cada uno de éstos se obtenía a partir de dos números primos. Se registró gran
cantidad de tales diagramas, uno a continuación del otro, pero no intercalados en
el texto. Parecía un cuadernillo de ilustraciones que se agrega al final de un libro.
Al concluir la transmisión de la larga secuencia de diseños, se reanudó la emisión
del ininteligible texto. Dichos diagramas parecían confirmar la opinión de
Vay gay y Arkhangelsky: el Mensaje traía instrucciones, los planos para la
fabricación de una máquina cuy o uso práctico se desconocía. En la reunión
plenaria del Consorcio Mundial para el Mensaje, a celebrarse al día siguiente en
el Palacio de L’Ely sée, Ellie y Vay gay presentarían por primera vez algunos de
los detalles ante los delegados de los países miembros. No obstante, y a se corrían
rumores respecto de la hipótesis de la máquina.
Durante el almuerzo, Ellie resumió su conversación con Joss y Rankin.
Vay gay la escuchó con atención, pero no hizo preguntas. Fue como si ella le
hubiera confesado algún indecoroso secreto personal.
—¿Tienes una amiga de nombre Meera que es corista de strip tease, con
permiso para trabajar en el plano internacional?
—Desde que Wolfgang Pauli descubrió el Principio de la Exclusión en
ocasión de haber concurrido al Folies-Bergére, he considerado mi deber
profesional como físico visitar París cuantas veces me fuera posible, es una
especie de homenaje a Pauli. Sin embargo, nunca logro convencer a los
funcionarios de mi país para que autoricen mis viajes con este único motivo. Por
lo general me obligan a realizar alguna labor trivial sobre física. Pero en dichos
recintos —allí fue donde conocí a Meera— me convierto en un estudioso de la
naturaleza.
Bruscamente su tono de voz perdió el tono de jovialidad para adquirir un
matiz más serio.
—Según Meera, los profesionales norteamericanos son sexualmente
reprimidos, atormentados por profundas dudas y sensación de culpa.
—¿Ah, sí? ¿Y qué opina acerca de los profesionales rusos?
—Ah, en esa categoría sólo me conoce a mí, así que, por supuesto, su opinión
no podría ser mejor. Tengo ganas de estar con ella mañana.
—Pero todos tus amigos asistirán a la reunión del Consorcio.
—Sí; me alegro de que vay as a estar tú —replicó él, con fastidio.
—¿Qué es lo que te preocupa, Vay gay?
Se tomó su tiempo para responder, y comenzó a hablar con cierta vacilación