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arrastrada a la costa, mientras esos seres se ocupaban de experimentar con la
galactogénesis y los principios básicos de la ingeniería cósmica.
—¿Hace seiscientos millones de años que venís arrojando materia en Cy gnus
A?
—Bueno, lo que captasteis mediante la radioastronomía fue sólo una de
nuestras primeras pruebas de factibilidad. Ahora hemos avanzado mucho más.
Y a su debido tiempo, al cabo de millones de años, los radioastrónomos de la
Tierra —si aún quedaban— detectarían un adelanto sustancial en la
reconstrucción del universo alrededor de Cygnus A. Se preparó para enterarse de
ulteriores revelaciones, proponiéndose no dejarse apabullar. Existía una jerarquía
de seres en una escala que ella jamás imaginó. Sin embargo, la Tierra tenía su
lugar, un puesto clave en dicha jerarquía porque seguramente ellos no se habían
tomado semejantes molestias si no era con algún fin.
La negrura se desplazó hasta el cenit y allí fue consumida. Retornaron
entonces el Sol y el cielo azul. El paisaje era el mismo: marejada, arena,
palmeras, puerta, microcámara, hoja de palmera, y su… padre.
—Esas nubes interestelares y esos anillos que se mueven cerca del núcleo de
la Galaxia ¿no se deben a explosiones periódicas que se producen por aquí? ¿No
es peligroso situar la Estación en este lugar?
—Episódicas, no periódicas. Las hay de pequeña magnitud, no como las que
provocamos en Cy gnus A. Y puede controlárselas. Cuando sabemos que se
avecina una, nos acurrucamos. Si el riesgo es grande, trasladamos
provisoriamente la Estación a otro sitio. Pero todo esto es trabajo de rutina.
—Claro, de rutina. ¿Vosotros lo construisteis todo? Digo los subterráneos.
¿Vosotros y los otros… ingenieros de las demás galaxias?
—No, no. No construimos nada.
—Explícamelo mejor, porque no entiendo.
—Al parecer, ocurrió lo mismo en todas partes. En nuestro caso, surgimos
hace mucho tiempo en muchos mundos distintos de la Vía Láctea. Los primeros
de nosotros desarrollaron los vuelos interestelares y por azar descubrieron una de
las estaciones de tránsito. Desde luego no sabíamos qué era. Nosotros ni siquiera
podíamos asegurar que fuese algo artificial, hasta que algunos valientes se
atrevieron a deslizarse por allí.
—¿Quiénes son esos « nosotros» ? ¿Te refieres a los antepasados de tu… raza,
de tu especie?
—No, no. Somos numerosas especies de muchos mundos. Llegamos a hallar
gran cantidad de subterráneos —de diversas edades y estilos de ornamentación
—, todos abandonados. Como la may oría se encontraba en buenas condiciones,
lo único que hicimos fue repararlos e introducirles algunas mejoras.
—¿No había ningún otro artefacto, ciudades muertas, crónicas de la época?
Él negó con la cabeza.