03.01.2021 Views

Contacto - Carl Sagan

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Lo abrazó con todas sus fuerzas. Por un momento lo tomó de los hombros y lo

apartó de sí para mirarlo mejor. Estaba perfecto. Era como si su padre, muerto

muchos años atrás, hubiera ido al cielo, y por último —por vía tan poco ortodoxa

— ella lograse volver a reunirse con él. Llorando, lo estrechó de nuevo entre sus

brazos.

Más de un minuto tardó en calmarse. Si hubiera sido Ken, por ejemplo, ella al

menos habría dado vueltas a la idea de que otro dodecaedro —quizás una

Máquina soviética reparada— hubiese emprendido un viaje posterior desde la

Tierra al Centro de la Galaxia. No obstante, ni por un segundo se le cruzaba

considerar tal posibilidad respecto de su padre, cuy os restos en descomposición

y acían en un cementerio, junto a un lago.

Enjugó sus lágrimas, riendo y llorando al mismo tiempo.

—¿A qué se debe esta aparición? ¿A la robótica o a la hipnosis?

—¿Soy un artefacto o un sueño? Esa pregunta puede aplicarse a cualquier

cosa.

—No pasa un día sin que piense que sería capaz de renunciar a lo que fuera

con tal de poder estar de nuevo unos minutos con mi padre.

—Bueno, aquí estoy —dijo él en tono alegre, y dio una media vuelta como

para que pudiese comprobar que también tenía espalda. Sin embargo era tan

joven, incluso más que ella. En el momento de su muerte, contaba apenas treinta

y seis años.

Quizá ésa fuese la forma de ellos de tranquilizarla. De ser así, habían sido

muy considerados. Ellie le pasó un brazo por la cintura y lo condujo al sitio donde

había dejado sus pertenencias. No notó nada extraño al tocarlo; si llevaba

mecanismos o circuitos integrados debajo de la piel, al menos estaban bien

ocultos.

—¿Qué tal lo estamos haciendo? —preguntó ella—. Es decir…

—Te entiendo. Tardasteis muchos años en llegar aquí tras recibir el Mensaje.

—¿Calificáis la velocidad y la exactitud?

—Ninguna de las dos.

—¿O sea que todavía no hemos terminado la prueba?

Él nada respondió.

—Te ruego que me lo expliques —pidió, mortificada—. Algunos de nosotros

pasamos años en la tarea de decodificar el Mensaje y fabricar la Máquina. ¿No

vas a decirme de qué se trata?.

—Te has vuelto muy peleona —la amonestó él, como si fuera su padre, como

si estuviera comparando el último recuerdo que tenía de ella, con su personalidad

actual, no del todo madura.

Su padre le revolvió el pelo con cariño, gesto que también recordaba ella de

su infancia. No obstante, ¿cómo podían esos seres, a treinta mil años luz de la

Tierra, conocer las costumbres de su padre en el remoto Wisconsin? De repente

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!