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Contacto - Carl Sagan

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reunidos apresuradamente. Washington confirmó su presencia sólo cuando la

noticia estaba por darse a publicidad en Hokkaido. La breve nota periodística

consignaba que se trataba de una visita de rutina, que no había crisis ni peligro

alguno y que « nada extraordinario se había comunicado en el Centro de

Integración de Sistemas, situado al norte de Sapporo» . En un vuelo nocturno

procedente de Moscú, llegaron entre otros, Stefan Baruda y Timofei Gotsridze.

Sin lugar a dudas, a ninguno de los dos grupos les entusiasmaba la idea de pasar

las vacaciones de Año Nuevo lejos de sus familias. Sin embargo, el tiempo que

reinaba en Hokkaido les resultó una grata sorpresa; tanto calor hacía que las

esculturas de Sapporo se derritieran, y el dodecaedro de hielo se había convertido

en un pequeño glaciar informe; el agua chorreaba por las superficies

redondeadas, que antes fueran las aristas de los planos pentagonales.

Dos días más tarde sobrevino una intensa tormenta invernal, por cuy o motivo

quedó interrumpido el tránsito hacia la planta industrial de la Máquina, incluso en

vehículos con tracción en las cuatro ruedas. Se cortaron algunos enlaces de radio

y televisión; al parecer, se derrumbó una torre de microondas. Durante la mayor

parte de los nuevos interrogatorios la única comunicación con el mundo exterior

fue el teléfono. También podría serlo el dodecaedro, pensó Ellie, con grandes

deseos de subir subrepticiamente de nuevo allí y poner en marcha los benzels.

Pese a que le tentaba la fantasía, sabía que no había forma de determinar si la

Máquina podría volver a funcionar, al menos desde el extremo terrestre del túnel.

Él le había anticipado que no. Ellie se permitió volver a pensar en la playa… y en

su padre. Cualquiera que fuese el resultado, una profunda herida que llevaba en

su interior se había curado; tanto, que hasta le parecía sentir que el tejido se

cicatrizaba. Había sido la psicoterapia más costosa del mundo, y eso ya es

mucho decir, reflexionó.

A Xi y Sukhavati los interrogaron representantes de sus propios países. Si bien

Nigeria no había desempeñado un papel importante en la recepción del Mensaje

ni en la fabricación de la Máquina, Eda accedió a conversar largo y tendido con

funcionarios nigerianos. Sin embargo, fue una indagación superficial comparada

con el interrogatorio a que los sometieron los directivos del proyecto. Vaygay y

Ellie debieron soportar sesiones mucho más minuciosas, dirigidas por equipos de

alto nivel traídos expresamente de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Al

principio, en estos interrogatorios se excluía a personas de otra nacionalidad, pero

luego, al canalizarse muchas quejas por medio del Consorcio Mundial para la

Máquina, los Estados Unidos y la Unión Soviética accedieron a internacionalizar

una vez más las sesiones.

Kitz fue el encargado de interrogar a Ellie, y teniendo en cuenta la poca

anticipación con que se lo habrían notificado, llamaba la atención lo bien

preparado que se presentó. Valerian y Der Heer procuraban interceder por ella

de vez en cuando, pero el espectáculo lo dirigía Kitz.

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