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Contacto - Carl Sagan

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notablemente el estado de ánimo general, había muchos que coincidían con

Drumlin, que contemplaban con añoranza el milagro tecnológico que

representaban los ciento treinta y un radiotelescopios de Argos y anhelaban

poder usarlos para sus propios programas, indudablemente meritorios. Ellie

adoptó frente a Dave un tono a ratos conciliador, a ratos polémico, pero de nada

le sirvió. El hombre no estaba de buen humor.

El coloquio de Drumlin tuvo por fin demostrar que no existían extraterrestres

por ninguna parte. Si el ser humano había avanzado tanto en unos pocos miles de

años de alta tecnología, cuánto más profundos debían de ser los conocimientos —

conjeturó— de una especie más adelantada. Seguramente serían capaces de

mover las estrellas, de cambiar la configuración de las galaxias. Y, sin embargo,

no había en toda la astronomía ni el menor fenómeno que no pudiese explicarse

por procesos naturales o que hubiera que atribuir a la acción de seres más

inteligentes. ¿Por qué Argos no había captado ninguna señal radioeléctrica hasta

el presente? ¿Acaso suponían que debía haber un solo radiotransmisor en todo el

espacio? ¿No se daban cuenta de los miles de millones de estrellas que ya

llevaban estudiadas? El experimento sin duda era valioso, pero había concluido.

Ya no tendrían que examinar el resto del firmamento puesto que conocían la

respuesta: ni en el espacio más remoto, ni cerca de la Tierra, había el menor

indicio de vida de extraterrestres. Esos seres no existían.

En el período asignado para formular preguntas, uno de los astrónomos de

Argos quiso saber la opinión de Drumlin acerca de la teoría según la cual los

extraterrestres existen, pero prefieren no dar a conocer su presencia para que los

humanos no sepan que hay seres más inteligentes en el cosmos, tal como un

especialista en el comportamiento de los primates puede querer observar a un

grupo de chimpancés del bosque, pero sin interferir en sus actividades. A modo

de respuesta, Drumlin planteó un interrogante distinto: ¿Es posible que, habiendo

millones de civilizaciones en la Galaxia, no hay a ni un solo cazador furtivo? ¿Se

puede suponer que todas las civilizaciones de la Galaxia tengan la ética de no

interferencia? ¿Acaso podemos suponer que ninguno de ellos se va a acercar a

husmear alrededor de la Tierra?

—En la Tierra —repuso Ellie—, los cazadores furtivos y los guardabosques

están prácticamente en un mismo nivel tecnológico. Pero si el guardabosque

diera un gran paso adelante —si contara por ejemplo con radar y helicópteros—,

los cazadores furtivos y a no podrían operar.

Para despejarse, Ellie tenía por costumbre salir sola a dar una vuelta en su

extravagante coche, un Thunderbird 1958 descapotable muy bien conservado. A

menudo plegaba la capota y corría de noche a alta velocidad por el desierto, con

las ventanillas bajas y el pelo al viento. Tenía la sensación de que, a través de los

años, y a conocía hasta el pueblecito más misérrimo, todos los cerros y valles, y

también hasta el último policía caminero del sur de Nuevo México. Luego de uno

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