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emisarios de la Tierra. —La Presidenta hizo una pausa para saborear su propia
frase—. Con respecto a los embajadores, siempre hay que elegir al mejor; sin
embargo, hace cuarenta años que venimos enviando al espacio programas que
son prácticamente basura. Me gustaría ver cómo resuelven esto los ejecutivos de
las cadenas de televisión. ¡Y que ese loco de Hitler haya sido la primera noticia
que tuvieron de los terrestres! ¿Qué van a pensar de nosotros?
En el momento en que Der Heer y la Presidenta ingresaron en el salón del
gabinete, los que estaban de pie, formando pequeños grupos, guardaron silencio,
y algunos de los que se hallaban sentados hicieron un esfuerzo por levantarse.
Con un gesto mecánico, la Presidenta dejó en evidencia su gusto por la
informalidad, y saludó de la misma forma al secretario de Estado y al secretario
adjunto de Defensa. Luego examinó atentamente a la concurrencia. Algunos le
devolvieron la misma mirada expectante; otros, al advertir cierto fastidio en su
rostro, esquivaron sus ojos.
—Ken, ¿aún no llegó su amiga astrónoma…? ¿Arrowsmith? ¿Arrowroot?
—Arroway, señora. El doctor Valerian y ella llegaron anoche. Quizá se
hayan demorado por algún problema de tráfico.
—La doctora Arroway llamó desde el hotel —informó un joven de
impecable atuendo—. Dijo que estaba recibiendo nuevos datos en su telefax, que
quería traer a esta reunión, y pidió que empezáramos sin ella.
Michael Kitz se inclinó hacia delante, y habló con un tono de incredulidad.
—¿Están transmitiendo información nueva sobre este tema por un teléfono
abierto, sin dispositivos de seguridad, en un hotel de Washington?
Der Heer respondió en un tono tan bajo que obligó a Kitz a inclinarse más
aún.
—Mike, creo que el telefax de la doctora cuenta, por lo menos, con cifrado
comercial. Además, no se olvide de que no existen pautas establecidas de
seguridad en esta cuestión. Sin duda, la doctora tendrá una actitud de
colaboración cuando se fijen dichas normas.
—Está bien, comencemos —dijo la Presidenta—. Ésta es una reunión
conjunta informal del Consejo Nacional de Seguridad y el Grupo de Tareas que,
por el momento, denominamos de Contingencias Especiales. Quiero dejar
sentado que nada de lo que se diga en este salón, absolutamente nada, podrá
comentarse con persona alguna que no se encuentre aquí, excepción hecha del
secretario de Defensa y el vicepresidente, que han viajado al exterior. El doctor
Der Heer les habló a ustedes sobre este increíble programa de televisión
procedente de la estrella Vega. En opinión del doctor Der Heer y de otros —
paseó la vista por los asistentes—, es sólo una casualidad que el primer programa
de televisión en llegar a Vega haya tenido como protagonista a Adolf Hitler. Pero
es… una vergüenza. Le he solicitado al director de Inteligencia Central que
prepare un análisis sobre las posibles implicaciones que, en el marco de la