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Contacto - Carl Sagan

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—Michael —sentenció Ellie—, el mundo está al mismo tiempo mejor y peor

de lo que usted imagina.

—Me desconcierta con eso de « mejor» , pero le aseguro que nunca me

equivoco en cuanto a lo « peor» .

Luego de la bienvenida a cargo del Presidente de Francia (quien, para

sorpresa de todos se quedó a escuchar los discursos de presentación), después de

que Der Heer y Abukhimov expusieran la mecánica a seguir en la conferencia,

Ellie y Vaygay ofrecieron un resumen de la información obtenida. La suya fue

una disertación no demasiado técnica —en consideración a los políticos y

militares presentes— respecto de la forma en que operan los radiotelescopios, la

distribución de las estrellas en el espacio y la historia del palimpsesto. El discurso

conjunto concluy ó con un estudio —que cada delegación observaba en monitores

propios— del material diagramático recientemente recibido. Ellie cuidó de

explicar que la polarización modulada se convertía en una secuencia de ceros y

unos, que estos números se combinaban para delinear imágenes, y que, a pesar

de todo, no tenían la menor idea de lo que representaba la figura.

Los puntos de la información se reagrupaban en las pantallas de las

computadoras. Ellie veía rostros iluminados con un tinte blanco, ámbar y verde

proveniente de los monitores, en el salón parcialmente oscurecido. Los

diagramas mostraban complejas redes ramificadas; toscas formas casi

indecentemente biológicas; un dodecaedro regular casi perfecto. Se agrupó una

gran cantidad de páginas que conformaban una construcción tridimensional, la

que a su vez giraba lentamente. Cada enigmático objeto contaba con un epígrafe

ininteligible.

Vay gay hizo hincapié en las incertidumbres con mucha más vehemencia que

Ellie. No obstante, manifestó que, en su opinión, indudablemente el Mensaje era

un manual para la construcción de una máquina. Como no mencionó que la idea

había sido originariamente suya y de Arkhangelsky, Ellie aprovechó la

oportunidad para subsanar la omisión.

Por la experiencia recogida en los últimos meses, Ellie sabía que tanto a los

científicos como a los legos les fascinaban los detalles sobre la decodificación del

Mensaje, pero que les inquietaba el concepto, aún no demostrado, de que se

trataba de un conjunto de instrucciones. Sin embargo, no estaba preparada para

la reacción de ese público, supuestamente formal. Vaygay y ella se habían

alternado en el uso de la palabra. Cuando concluyeron, se produjo una

estruendosa ovación. Las delegaciones soviéticas y de Europa del Este

aplaudieron al unísono, con una frecuencia de dos o tres golpes cada latido del

corazón. Los norteamericanos y muchos otros lo hicieron en forma separada, de

modo que sus palmoteos no sincronizados originaron una suerte de ruido blanco.

Embargada por una extraña sensación de felicidad, no pudo dejar de pensar en

las diferencias de carácter según la nacionalidad: los norteamericanos,

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