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de gran tensión. A Ellie le dio la sensación de que esquivaba sus ojos, y al instante
le trasmitía una callada súplica con la mirada, que ella tomó como un signo
alentador.
—Si lo que les preocupa es que se trate de una máquina que provoque el fin
del mundo —decía Drumlin—, tienen que considerar las fuentes de energía. Si la
Máquina no cuenta con una enorme fuente energética, no puede producir el fin
del mundo. Por ende, si las instrucciones no hablan de un reactor nuclear de
gigavatios, no creo que haya que afligirse por tal eventualidad.
—¿Por qué tienen tanta prisa en comenzar la fabricación? —preguntó Ellie a
Kitz y Drumlin.
Kitz miró a Honicutt y luego a Der Heer antes de contestar.
—Esta reunión es de máxima seguridad. Todos sabemos que no va a contar
nada de lo que aquí se hable a sus amigos rusos. El tema es así: desconocemos
para qué sirve la Máquina, pero según el análisis realizado por Dave Drumlin, es
evidente que se creará una nueva tecnología, nuevas industrias quizás. El hecho
de construir la Máquina tendrá un valor económico… piense, si no, en cuánto
aprenderíamos. También podría tener valor militar, o al menos eso es lo que
suponen los rusos. Mire, los soviéticos están en una encrucijada. Este proy ecto
implica que deberán mantenerse a la par de los Estados Unidos en un campo
totalmente nuevo de la tecnología. Puede ser que el Mensaje contenga
instrucciones para la elaboración de un arma decisiva, o que redunde en un
beneficio económico. Ellos no saben qué, pero tendrán que empeñar toda su
economía en el intento. Si desapareciera todo este asunto del Mensaje —si se
quemaran los datos y destruy eran los telescopios—, los rusos podrían mantener
el mismo nivel de paridad con nosotros. Por eso son tan cautos. Y por eso, desde
luego, a nosotros nos entusiasma la idea.
En el aspecto temperamental, Kitz era insensible, pensó Ellie; pero lejos de
ser tonto. Cuando adoptaba una actitud fría y reservada, la gente reaccionaba con
desagrado, lo cual lo llevaba a asumir una fachada de cortés amabilidad.
—Ahora quiero hacerle y o una pregunta —continuó Kitz—. ¿Vio que Baruda
deslizó la idea de que se ocultaran datos? ¿Es cierto, o no, que faltan datos?
—Sólo de las primeras semanas —repuso Ellie—. Quedaron algunos blancos
en el registro practicado por los chinos, y existe una ínfima cantidad de
información que ninguno ha compartido, pero no veo indicios serios de
ocultamiento. De todos modos, lo que falta lo completaremos cuando se reinicie
la emisión del Mensaje.
—Si ocurre eso —polemizó Drumlin.
Der Heer dirigió el debate en el que se trataron los planes de contingencia:
qué hacer cuando se recibieran las instrucciones; a qué industrias
norteamericanas, alemanas y japonesas debía notificarse pronto; cómo elegir a
los principales científicos e ingenieros que se ocuparan de la fabricación de la