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No había lugar para trajes espaciales. Era de suponer que los veganos
tendrían en cuenta la propensión de los humanos a respirar oxígeno. Dado que no
llevaban ningún equipo especial, que había diferencias culturales y se desconocía
el destino final, era obvio que la misión podía traer aparejado un grave riesgo. La
prensa mundial a menudo se explay aba sobre esto; los Cinco, nunca.
Había quienes instaban a la tripulación a llevar consigo una variedad de
cámaras, espectrómetros, supercomputadoras y bibliotecas de microfilm en
miniatura, lo cual no dejaba de tener cierto sentido. No había a bordo de la
Máquina instalaciones de baño ni de cocina. Sólo habrían de llevar un mínimo de
provisiones, algunas de ellas guardadas en los bolsillos de sus monos. Devi se
decidió por un rudimentario botiquín médico. Ellie, por su parte, apenas si
pretendía llevar un cepillo de dientes y una muda de ropa interior. Si son capaces
de transportarme hasta Vega en un sillón, pensaba, seguramente podrán
suministrarme todo lo que me haga falta. Si necesitara una máquina de fotos,
explicó a los directivos del proyecto, se la pediría a los veganos.
Ciertas opiniones, al parecer serias, pretendían que los Cinco fuesen desnudos,
dado que las instrucciones no hacían mención de la ropa, y ésta quizás
obstaculizara de alguna manera el funcionamiento de la Máquina. A Ellie y Devi
—entre muchos otros— la idea les resultó divertida, y señalaron que no había
ninguna proscripción contra el hecho de vestirse, costumbre muy popular de los
humanos, según pudo apreciarse en la filmación de las Olimpíadas. Los veganos
sabían que usábamos ropa, protestaron Xi y Vaygay. Las únicas restricciones se
referían a la masa total. ¿Acaso tendríamos que quitarnos también las prótesis
dentales y no llevar anteojos? Finalmente triunfó ese último parecer debido, en
parte, a la renuencia de muchos países a que se los vinculara con un proy ecto
que culminase de tan indecorosa manera. Sin embargo, la discusión sacó a
relucir rasgos de humor entre los periodistas, los técnicos y los Cinco.
—Si es por eso —sostuvo Lunacharsky —, tampoco se determinó que tengan
que ser humanos los que vay an. A lo mejor, cinco chimpancés les resultan tanto
o más aceptables.
Querían convencerla de lo valioso que sería poder contar aunque sólo fuera
con una foto bidimensional de una máquina extraña, por no hablar de una imagen
de los extraterrestres mismos. ¿Por qué no reconsideraba su posición y aceptaba
portar una cámara? —Der Heer, que se hallaba en ese momento en Hokkaido
con una nutrida delegación norteamericana, le pidió que tomara las cosas en
serio. Era mucho lo que estaba en juego —dijo— como para… pero ella lo
petrificó con una mirada que le impidió proseguir. Ellie sabía cómo habría
terminado la frase: « como para que tengas actitudes infantiles» . Lo llamativo
era que Der Heer se comportaba como si fuera él el ofendido de la pareja. Ellie
se lo comentó a Devi y ésta no hizo causa común con ella. Der Heer —dijo—,
era « un encanto» . Por último, Ellie aceptó llevar consigo una cámara de vídeo