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particular. De todos modos, el dinero y a está invertido.
» Tenemos la convicción de que van a pasar meses —años quizás— antes de
que los norteamericanos recuperen lo perdido, y no creemos que los rusos logren
adelantarse en dicho período. Japón es el único que tiene posibilidades. No habría
por qué anunciarlo en este momento, ni tomar ahora la decisión de activar la
Máquina, puesto que sólo comenzaremos a probar los componentes.
—¿Ustedes dos pueden tomar semejante decisión sin consultarlo?
—Esto estaría dentro de nuestras responsabilidades expresas. Calculamos que
en seis meses podríamos llegar a la etapa que había alcanzado la Máquina de
Wyoming. Desde luego, deberíamos tener mucho más cuidado para prevenir los
actos de sabotaje. Pero si los componentes no tienen fallos, no habrá problemas
con la Máquina. Además, piense que Hokkaido es un sitio de muy difícil acceso.
Después, cuando todo hay a sido verificado, le preguntaremos al Consorcio
Mundial si no quieren intentar ellos ponerlo en funcionamiento. Si la tripulación
está dispuesta, el Consorcio no va a negarse. ¿Qué opina usted, Yamagishi-san?
El anciano no oy ó la pregunta. Entonaba en voz baja « Caída Libre» , una
canción muy en boga, llena de gráficos detalles acerca de la idea de sucumbir a
la tentación en la órbita de la Tierra. Él no sabía toda la letra, explicó cuando le
repitieron la pregunta.
Impertérrito, Hadden prosiguió.
—En ese entonces, a algunos de los componentes se los habrá hecho girar, o
lo que fuere, pero de todas formas habrán pasado las pruebas de rigor. No creo
que esto baste para desalentarla… me refiero a usted personalmente.
—¿Y por qué supone que voy a ser uno de los tripulantes? Nadie me lo pidió,
y además, ahora se agregan muchos otros factores.
—Creo que hay enormes posibilidades de que el Comité de Selección se
incline por usted, y la Presidenta avalará la decisión con entusiasmo. Vamos —
dijo, sonriendo—, no va a decirme que quiere pasar el resto de su existencia en la
aldea.
Había nubes sobre Escandinavia y el Mar del Norte, y el Canal de la Mancha
se veía cubierto por un velo transparente de niebla.
—Sí, usted va. —Yamagishi estaba de pie, con las manos caídas a los
costados. Le hizo una profunda reverencia—. En nombre de los veintidós
millones de empleados de la empresa que dirijo, fue un placer conocerla.
Dormitó entrecortadamente en la cabina que le asignaron. El minúsculo
dormitorio estaba atado a dos paredes para que, al girar en gravedad cero, Ellie
no se desplazara y fuese a chocar contra algo. Se despertó cuando todos al
parecer dormían aún, y caminó sosteniéndose de unas asas hasta llegar al
enorme ventanal. La Tierra se veía a oscuras, salvo unos toques de luz aquí y
allá, valeroso esfuerzo de los humanos para compensar la opacidad del planeta
cuando su hemisferio quedaba de espaldas al sol. Veinte minutos más tarde